Reseña: El lectoespectador, de Vicente Luis Mora

Celia Corral Cañas (Universidad de Salamanca)

Mora, Vicente Luis. El lectoespectador. Seix Barral. 2012. 272 pág. 18 €.

El lectoespectador de Vicente Luis Mora (Seix Barral, 2012) se instala en un terreno nuevo, sin límites precisos (como el propio autor manifiesta bajo la cita «los campos vallados son para el ganado», de George Steiner) en que cultiva semillas de diversas procedencias con el objetivo claro y explícito de hacer florecer la pregunta, el pensamiento, el diálogo. El ejercicio de estudiar un tema inserto en plena actualidad, un tema vivo y respiratorio que se construye en presente continuo, y capturarlo para su observación supone una dificultad significativa, por lo que el esfuerzo implica un valor añadido al ensayo.

Una idea destaca sobre el fondo discursivo del libro: nos encontramos con una nueva conceptualización del proceso receptivo de la obra artística actual que convierte al lector de la literatura tradicional en lectoespectador. Esta figura se caracteriza por la cualidad de leer, ver y escuchar simultáneamente, de modo que «aprecia de manera inmediata que [las obras de arte pangeicas] han sido creadas a partir de lo que sus componentes (textuales, fotográficos, materiales, digitales, estructurales, simbólico) tienen de dinámicos y fluctuantes» (2012: 125). La poesía, en el contexto actual de la imagen, «ya no se lee, sino que se visualiza por el lectoespectador» (2012: 226) y este cambio de actitud receptora significa una novedad literaria (si bien con antecedentes, como el mismo autor reconoce) que se ajusta al entorno visual del tiempo en que vivimos. La presentación de la obra de arte ahora se escenifica en la «pantpágina»: «página total, lo que apela a su condición de marco, de recipiente u odre en el que el narrador o poeta actual puede introducir no sólo todo aquello que quiera, sino todo lo que hay» (2012: 110-111); de modo que se produce una «experiencia textovisual» (2012: 153) en el acto de recepción híbrido y global. La esfera sociocultural de la actualidad basada en la idea de «deslizamiento» de Lipovetsky y de «liquidez» de Bauman, viabiliza un arte tecnológico que se instaura como «una metáfora de incalculable valor para nuestro tiempo, para ayudar a la descripción del hombre actual, porque es la mejor expresión del modo en que éste ha diluido su vida en un simulacro de existencia» (2012: 151). En este contexto se sitúa la literatura «pangeica», neologismo resemantizado por Mora para designar una cosmovisión globalizada por el uso de las nuevas tecnologías (2006), que en el enmarcado artístico designa aquellas creaciones que integran imágenes, imágenes en movimiento y/o audios junto a la palabra, literatura expandida, en suma. Como consecuencia de esta nueva forma de producción ya no se describe verbalmente, sino que se representa de manera directa a través de un proyecto de diseño global que pretende tener un alcance sinestésico y que «permite imaginar a la literatura como un arte total» (2012: 151). Los elementos así expuestos se conforman como una red de contenidos que dé respuesta a la laguna conceptual del arte actual. En esa cuestión se localiza una de las críticas que ha recibido El lectoespectador: el afán categorizador en una época que es, de acuerdo con las premisas desplegadas en el ensayo, especialmente volátil. Alberto Santamaría se plantea:

¿Para qué queremos ese orden conceptual? ¿por qué no construir reflexiones —micrologías— desde las propias derivas de las obras en lugar de tratar de subsumir éstas bajo conceptos más generales cuyo destino es, finalmente, dejar fuera elementos marginales? ¿No se está cayendo —de modo paradójico— en esta pretendida huida del fantasma conservador de lo académico en un nuevo academicismo igualmente conservador? […] Etiquetar. Catalogar ¿no es volver a la vieja imagen de lo canónico? ¿Realmente existe por parte de los artistas esa necesidad de elegir un nombre para definir y definirse? (2012: web)

Tal y como señala Santamaría, la voluntad de establecer un orden estructural en que encasillar las nuevas creaciones parece paradójico en el medio de libertad y ausencia de fronteras en que el arte pangeico tiene lugar. Además, el glosario de vocablos empleados por Mora se integra dentro de una línea terminológica discutible y de ningún modo exclusiva, como admite y mantiene el propio autor. La actitud neodenominadora para un imaginario híbrido e inestable evoca el acto desafortunado de matar al padre con la misma arma con la que este mató al abuelo. No obstante, la propuesta se salva de este peligro desde el momento en que se presenta a sí misma refutable y se autorreconoce como fórmula posible dentro de un amplio abanico de opciones estimables.

Por otra parte, la monumental cantidad de citas y muestras diversas, y la convergencia de ideas podrían producir una cierta sensación de caos y de ausencia de rigor académico. Enrique Lynch en Babelia critica: «la impresión inicial que produce este libro es de franco desconcierto»; y explica: «el ensayo no es tal sino una recopilación deslavazada de entradas que el autor ha reescrito tras haberlas colgado de su blog, pero el resultado es tan fragmentario y desarticulado que mejor hubiese sido dejarlas en el blog» (2012: web). El discurso aparece en capítulos constituidos por apartados breves que adoptan formas distintas, desde los más cercanos al ensayo tradicional hasta los más innovadores, como por ejemplo el titulado «MetaTwitter», que recoge tweets publicados por el autor en su cuenta de Twitter. Sin embargo, el juego de referencias heterogéneas enriquece al estudio que es, según Molinuevo: «un auténtico ejemplo de voluntad de integración expresado en la abundancia de citas, muestra de una erudición abrumadora y una generosidad extrema, incluso con los que dicen lo contrario, sin contradecirlos» (2012: web). El autor recapitula el panorama de hitos fundamentales en la historia del pensamiento y de la literatura y extrapola en él las emergencias artísticas contemporáneas en su contexto comunicativo, con la aspiración de comprender los fenómenos del presente o, al menos, de hacer sentir la necesidad de comprenderlos. Así, alude Molinuevo a Mora como «un rara avis que crea desde la información, cierto, pero sobre todo del conocimiento» (2012: web), porque el hábil uso de informaciones, si bien a veces puede parecer confuso e innecesario, responde a una lógica del mensaje a transmitir. Esta mutabilidad estética, junto a una prosa natural y directa, atrae la atención de un lector no necesariamente especializado y expresa con una actitud claramente integradora el fenómeno a analizar en su propio lenguaje. En la porosidad del ensayo entran las sustancias (líquidas) de diversas procedencias y se establecen como nodos de una red amplia que entronca con la opinión del autor sobre la literatura pangeica:

La red mejor cuanto más tupida, mejor cuantos más nodos. Mi idea de Literatura es la de un blog colectivo donde cientos de escritores distintos son respondidos por miles de lectores y críticos. Ese tejido es la literatura de nuestro tiempo. Algunos de ellos son pulsados, leídos, cliqueados, más veces: son los atractores. Organizan ese caos y le dan sentido. Todos bienvenidos (2007: web).

Tal vez el propósito de Mora sea tendernos ese collage diverso ante nuestra mirada expectante para agitar nuestras mentes y hacernos pensar, en paralelo a su propia visión de que: «la grandeza de un libro no se desprende a veces de las cuestiones que viene a responder, sino de aquellas que viene a formular» (2012: 88). La imprecisión en el momento de situar fragmentos de archivo e incorporarlos en la línea ensayística coincide en paralelo con la estética heterogénea, atractiva, sorprendente (¿pangeica?) que se circunscribe en el género de ensayo divulgativo contemporáneo.

El lectoespectador, fluyente y voluble, actúa como un fragmento del gran maremágnum de la literatura actual con carácter y comportamiento de maremágnum, como un símbolo de aquello a lo que representa, y ese es uno de sus grandes logros. Esta obra no tiene la tentativa de canonizar ni de instaurarse como una teoría estática e imprescindible. Por el contrario, trata de mostrar (y muestra) una «simple y humilde fotografía de nuestro tiempo» (2012: 12). Se construye como una invitación a la duda, a la encrucijada de imágenes y palabras que despierten la necesidad de la búsqueda, a la abertura de miradas, de debate, de caminos (sin vallas) para nosotros, lectoespectadores del siglo XXI.

Bibliografía

Lynch, Enrique (2012, 28 enero). «Tecnoempacho». Babelia. http://elpais.com/diario/2012/01/28/babelia/1327713148_850215.html. (22-02-2012).

Molinuevo, José Luis (2012, 25 enero). «El lectoespectador». Pensamiento en imágenes. http://joseluismolinuevo.blogspot.com/2012/01/el-lectoespectador.html. (22-02-2012).

Mora, Vicente Luis (2012). El lectoespectador. Barcelona: Seix Barral.

Mora, Vicente Luis (2012, 19 febrero). «El libro como campo de batalla». El País. http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/19/actualidad/1329683841_318096.html. (22-02-2012)

Mora, Vicente Luis (2007, 21 julio). «¿Generación? ¿Nocilla?». Diario de lecturas. http://vicenteluismora.blogspot.com/2007/07/generacin-nocilla.html. (22-02-2012).

Mora, Vicente Luis (2006). Pangea: Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo. Sevilla: Fundación José Manuel Lara.

Santamaría, Alberto (2012, 1 febrero). «Una lectura en proceso de «El lectoespectador» de VLM». Alberto Santamaría. http://albertosantamaria.blogspot.com/2012/02/sobre-el-lectoespectador-de-vlm.html. (22-02-2012).

 

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