«Hay una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado».
Y es que, frente a la relación establecida entre los dos tipos de oveja (churras y merinas) que dio pie al famoso refrán (con variantes de mezclar, sumar, etc.), supondremos que por cierta tendencia a la hipercorrección acabó colándose cierta referencia a la obra de Velázquez. Esto podría representarse visualmente tal que así:
Cuando hablamos de los avatares estamos enlazando conceptos actuales con referentes asentados en antiguas tradiciones, algo que no debe extrañarnos, pues el lenguaje vinculado a la tecnología informática en general, y a internet en particular, se caracteriza por un fuerte componente metafórico. El avatar es proceso que puede ser tanto disociativo como una proyección en la que la propiocepción se desplace desde el usuario hasta esta entidad virtual.
En el ámbito literario y lingüístico muchos son los temores que surgen de vez en cuando en torno al deterioro del lenguaje. Se agazapan y quedan a la espera de que el discurso cíclico, incapaz de avanzar, regrese a ese punto y entonces salta de nuevo en forma de reflexión solo ocasionalmente circunspecta. Una de las últimas repeticiones del tema se la debemos a Javier Marías, quien habla incluso de «batalla perdida». Yo no sabía que estábamos en guerra, la verdad, pero es también cierto que su último libro -que, claro, está promocionando- va por ese terreno de la reivindicación de la norma estricta.