La relación entre el sujeto y el mundo, constituido a través de la red, se convierte en este medio en una tensión permanente y creciente entre la concreción de la identidad y la globalidad que la envuelve, lo que lleva al individuo hacia la inducción de un individualismo intenso, un cosmopolitismo doméstico en palabras de Echeverría.
El hombre postorgánico, el ciborg, el tecnodependiente de la prótesis… los nombres son muchos, pero el ser humano depende desde tiempos inmemoriales de lo protésico para garantizar su progreso y supervivencia como vía para superar sus limitaciones animales e incluso intelectivas, es decir, orgánicas.
Neil Harbisson, reconocido como el primer ciborg oficial
El siglo XX planteó la unión entre la máquina y el hombre como una unión negativa y peligrosa. Aceptamos utilizar la herramienta, pero tenemos muchos prejuicios para incorporarla al organismo.