Estos últimos días hemos comentado tanto la percepción del espacio social del indígena digital frente al inmigrante como la percepción de dominio de las herramientas asociadas a la tecnología de red. Ahora nos centraremos en la zona de confort, es decir, en cómo el dominio -real o aparente- es fruto no tanto de la natividad digital como del uso prolongado de espacios comunes.
Si ayer comentábamos la percepción del espacio social del indígena digital frente al inmigrante y veíamos cómo entender las esferas de relaciones humanas como un todo continuado digital-real no es algo necesariamente malo, hoy abordaremos la cuestión del conocimiento innato de las herramientas web y de desarrollo digital por parte de los conocidos como nativos digitales.
Si pensamos en la presencia digital de los jóvenes y decidimos atribuirles la etiqueta de «nativos digitales» nos encontramos con una noción que puede llevarnos a engaño, y es que el término ha ido componiendo una presencia aurática de ideas que nos enlazan con el dominio del campo, la experiencia profunda y el conocimiento desarrollado de los usos, componentes y funcionamiento de lo digital.
Hará ya unos buenos seis meses un compañero en un congreso se mostraba extrañado en una comunicación ante el hecho de que el público (docentes, y buena parte de ellos de ámbito universitario) no se considerara a sí mismo como nativo digital. Y le sorprendió más que yo mismo renegara de esa etiqueta.