Apuntaba Birkets que el capitalismo cultural es el motor principal de la literatura, con el escritor provocador relegado a ser algo anacrónico, un ente del pasado. Pero la realidad, en todo caso, es que el escritor -como ente provocador- tiene ahora más que nunca una fuerte capacidad de proyectarse si juega bien sus cartas en el mundo digital.
He leído ya varias veces que la llegada del libro digital produce cierta animadversión entre el colectivo de los bibliotecarios. Me temo, sin embargo, que es una de esas situaciones en las que una afirmación de este tipo puede aplicarse, sin duda, a las personas rígidas y sin capacidad de adaptación de ningún tipo, marcadas por un fuerte sesgo que comparten con ese espécimen de universidad que es el catedrático que se horroriza cuando descubre que hay una cosa llamada OpenCourseWare que cuenta con el respaldo de instituciones tan relevantes como el MIT (que para eso es el responsable de la criatura.
El libro electrónico es un mundo abierto al que le cerramos las puertas debido a que lo hemos ido llevando por la senda del trasunto de la hoja impresa y solo muy ocasionalmente se ha pretendido dar ese algo más al lector, posiblemente debido también a que pocos autores y pocas editoriales han decidido realizar un aprovechamiento pleno del formato. ¿Dónde están los límites del ebook?