Como muchos ya sabrán, La leyenda del ladrón es el último libro de Juan Gómez Jurado, editado por Planeta, y disponible en formato físico y en descarga digital; ya hablamos sobre cuestiones referidas al modelo de precios del libro digital en torno a este título la semana pasada. Y es posible que también sepan que el libro integra funciones de realidad aumentada.Lo de la realidad aumentada está cada vez más de moda y lleva algún tiempo experimentándose en literatura. Me gustaría ilustrarlo con uno de los vídeos que muestran su uso y que pueden ser considerados ya unos pequeños clásicos:
Hay bastantes más y se encuentran con facilidad en YouTube o cualquier otro sitio de vídeos, pero a mí el que he puesto arriba me gusta bastante. En videojuegos, gracias a la proliferación de cámaras, también se están convirtiendo algo común, da igual que sea en consolas o móviles. En líneas generales, lo que sucede en esto de la realidad aumentada tal y como se plantea en estos casos consiste en que un programa detecta en vídeo una marca (del tipo código QR) y superpone una imagen o elemento interactivo. Su posición logra un efecto tridimensional gracias a que el tamaño y colocación le indican ángulo y distancia.
Todo esto viene a que los lectores habrán descubierto que La leyenda del ladrón incluye a lo largo del libro varios de esos códigos y nos invita a utilizar una aplicación para iPhone o Android (desde aquí se oyen las quejas de los usuarios de otras plataformas móviles). Aparece un emblema y la opción de visitar contenidos adicionales. Sin entrar en sorpresas (porque hay gente que considera que casi cualquier cosa es un spoiler), podemos ver al autor explicando algunos aspectos históricos, culturales o sociales de la época en la que se ambienta la novela. Está bien, es original y resulta más divertido que leer una nota al pie para la mayoría del público.
Sin embargo, me llama mucho la atención que esto suceda también en la versión de descarga. Quiero decir: me siento un poco tonto apuntando con el iPhone a la pantalla del iPad (o el Kindle) para que en la pantalla del teléfono me salga lo de la realidad aumentada, pinchar y ver un vídeo. No se ha aprovechado para nada el formato digital y no sé muy bien qué idea tenían en Planeta, pero me parece que una no muy clara o quizá una demasiado impulsada por cierta fruición tecnófila. Es cierto que todavía hay cierto componente de fascinación entre la realidad aumentada (aunque los que conocemos lo que se mueve en los videojuegos y llevamos años viéndola, experimentándola y en ocasiones soportándola lo vemos de lo más cotidiano), y parece que eso ha pesado demasiado sobre la usabilidad.
Porque si, al final, lo que voy a hacer es ver un vídeo, ¿no es más fácil tener un enlace y que pueda pinchar sobre él? El dispositivo de lectura ya me llevará a la web para verlo. No necesito otro cacharro o, más bien, no quiero necesitarlo. Es también verdad que muchos lectores electrónicos no cumplirían con el objetivo: un Kindle o cualquier otro lector electrónico no va a reproducir muy bien ese vídeo, por ejemplo, por la falta de color, limitación de refresco de la pantalla, e incluso en algunos modelos ausencia de altavoces y hasta de conectores de auriculares. Pero en el iPad es innecesario.
Es más, si hubiera comprado el libro en la iBooks Store y no tuviera un iPhone o un Android compatible con la aplicación (una Blackberry, un Windows Phone 7, o, simplemente, un teléfono de toda la vida… sí, hay gente que sigue muy contenta con un teléfono en el que lo importante es que la batería dura y las llamadas no se cortan, la antítesis pura del smartphone), la frustración sería doble: la aplicación de realidad aumentada es compatible para iPad (bueno, desde el iPad 2, con cámara) pero no podría aplicarla: ese contenido es absurdamente inaccesible en esa circunstancia. Todo porque a nadie se le ha ocurrido poner algo tan simple como un pequeño enlace adicional.
Con el enlace no necesitaría ni la realidad aumentada (que, la verdad, como en casi todos sus demás usos actuales no ofrece nada de interés) ni un trasto adicional para disfrutar de esos contenidos. Pero se pierde la magia. Aparecen las letras feas de una URL. Lo práctico se desvanece para dar paso a un aparataje innecesario y obtuso. Todo lo bueno que se deriva de ese código QR, de esa realidad aumentada se pierde porque no se ha dado una alternativa ni se ha sabido aprovechar, de verdad, el formato electrónico.
Este es un ejemplo concreto, pero lo mismo se puede decir de cualquier otra edición que siga el mismo juego y cometa esa misma torpeza. Si ya estamos en lo digital, si ya estamos en un dispositivo multimedia, con conexión a internet, y con toda la tecnología necesaria, ¿por qué hacernos pasar por la necesidad de ese otro dispositivo? Si ese uso combinado es realmente indispensable para la construcción de la experiencia lectora, es evidente que aceptaremos la tramoya adicional, pero por ahora no parece que haya una obra que cumpla con ese requisito. O quizá sí y todavía no la conocemos.
Estoy absolutamente de acuerdo. Lo que se nos vende en «La leyenda del ladrón» como realidad aumentada no es tal, suino un video-reportaje por episodios. Curioso, sí; pero nada más. La realidad aumentada es en realidad otra cosa: elementos integrados en nuestra realidad; por ejemplo, visionar a través del dispositivo alguna escena narrada, pero situada en nuestro entorno (claro, que moldear en 3D es más caro y complicado que un simple vídeo para YouTube). O, mejor aún (para el casio de un libro) proporcionar un final alternativo, o pistas para seguir el relato, o algún spin-off…
La publicidad, en fin, no es realidad aumentada: es caradura.