Think tanks, ¿los negros del pensamiento?

El think tank ha conseguido, como término, evocar una serie de connotaciones negativas o, en el mejor de los casos, singularmente marcadas hacia el denostado mundo de la estrategia politizoide. No es extraño, pues aunque no se trata de organizaciones costeadas por partidos políticos u organizaciones afines, algunas de las más célebres fábricas de ideas han nacido vinculadas a la estrategia sociopolitizada de la ideología.

Think Tank
Think Tank

Desde la propia expresión podemos establecer una dualidad, si partimos de unas ligeras licencias maniqueas y lexicográficas: el think tank como almacén del pensamiento en el que se produce y alberga una producción intelectual, pero también el think tank como un tanque del pensamiento, dispuesto a disparar bélicamente su carga contra los enemigos que sean señalados desde la comandancia.

Ofrecemos a continuación la definición de think tank que incluimos en el campo conceptual de Caracteres, y recomendamos la lectura del artículo completo de la Wikipedia, donde veremos que la dimensión política de este tipo de organizaciones es claramente dominante, al menos desde una visión externa. Según el glosario de la revista, entendemos como think tank:

Institución u organización constituida en torno a grupos de expertos con intención investigadora. Su ámbito de estudio más extendido es el de las ciencias sociales y pueden depender o no de grupos políticos.

Por su orientación hacia la sociología, parte de su trabajo suele vincularse hacia el estudio de formas de influir en la opinión pública a través de la reflexión intelectual sobre diferentes ámbitos, como el político, cultural o económico. El objetivo último es proporcionar el aparato intelectual a las instituciones que las contratan o de las que dependen.

El término, cada vez más extendido, es de origen inglés y en español se pueden encontrar expresiones equivalentes como comité de expertos, laboratorio de ideas o gabinete estratégico, entre otras. En estos casos, las expresiones españolas aportan matices de intencionalidad de la organización así como del tipo de miembros que la constituyen.

Si lo pensamos en español, tenemos una expresión mucho más estimulante a nivel intelectual que es la del laboratorio de ideas. Sin duda, hay mucho de think tank en ello, y al mismo tiempo nos enlaza con el universo de los -lab: MediaLabs y afines que han ido haciéndose hueco en la terminología de la investigación universitaria. No en vano, toda experimentación -con sentido- surge de la reflexión teórica.

Pero el comité de expertos nos pone quizá en la pista, en exceso, de la tecnocracia, notablemente devaluada por el uso que del término se ha hecho en los medios europeos a raíz de situaciones políticas como la griega o la italiana. El tecnócrata, como experto, aplica soluciones eficientes con la obtención de objetivos por encima de la aplicación de idearios o agendas políticas, al menos en teoría. Si tenemos en cuenta que la tecnocracia se ha lucido -muy especialmente, en los últimos tiempos- de la mano de la dictadura de los mercados (y, por tanto, en defensa de un gobierno de las corporaciones, no de los ciudadanos), está claro que la inclinación -supuestamente- neoliberal ha pesado mucho en el ideario en absoluto ausente de la tecnocracia. En una línea no muy alejada se encontraría el gabinete estratégico.

En esos casos no nos resulta difícil ver a los politólogos buscando el sustento intelectual que permita defender un ideario marcado por intereses diversos entre los que puede incluirse -o no- una serie de condicionamientos ideológicos de partido. Si es así, ¿es realmente un think tank el motor intelectual? En la medida en que los razonamientos son ad hoc para alimentar el ideario el proceso intelectual condicionado no puede garantizar una independencia suficiente en la calidad de su producción más allá de la construcción de un armazón de argumentaciones de distracción para el rifirrafe de tertulianos: ignoratio elenchi, non sequitur, post hoc ergo propter hoc… y toda una serie de recursos sofistas de mayor o menor calado al ser convertidos en soflama. Es entonces cuando el think tank no es tanto un negro del pensamiento, sino un esbirro de lo preconcebido.

Pero cuando nos alejamos del oscuro espectro de lo político y entramos en el mundo estricto de la producción intelectual (como si este, en todo caso, no estuviera salpicado de las mismas manchas que la política), el think tank es más ese laboratorio del que hablábamos antes. Eso no implica que su producción no pueda ser explotada por organizaciones políticas, pero sí es cierto que si el trabajo se realiza desde la independencia ideológica o, en todo caso, con el objetivo de alcanzar un mayor conocimiento por encima del de respaldar un ideario predeterminado, las opciones de progreso son mayores. Como son mayores también las relaciones simbióticas, las posibilidades de retroalimentarse entre diferentes grupos de estudios, entre múltiples laboratorios de pensamiento.

El flujo de pensamiento del think tank como producción desmarcada del contexto político es una realidad, pero tampoco podemos llevarnos a engaño: frente a instituciones transparentes hay otras -no señalaremos con el dedo, pero sin duda los nombres le surgirán al lector sin mucho esfuerzo- que hacen del rastreo de la industria de la producción intelectual un arte sobre el que luego se ejercitará la asimilación o, peor, el hurto. Son entonces think tanks que sí orbitan en el mundo del negro, pero no siempre voluntariamente: se les impone ese papel de escritor fantasmagórico o se sustrae de ellos la sangre desde una posición de poder. Porque la industria del pensamiento es tan susceptible como cualquier otra -si no más- al robo industrial y a la competencia desleal. Hay quienes deciden hacer la labor de motor intelectual en la sombra, como el negro que firma la autobiografía de un famoso, y quienes al final se ven obligados a hacerlo porque se han agotado las otras vías para que la única vía de escape sea la de vender su obra para que pueda firmarla un escritor de éxito. De esto también sobran los ejemplos.

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