La recepción socializada de la literatura

El estado natural de la recepción literaria es ante todo socializado. Durante la mayor parte de su historia, la literatura se leía en voz alta ante un público variable en número y, antes que eso, la literatura era recitada sin abandonar nunca la oralidad, sin llegar a pasar a la excentricidad de la hoja escrita. El componente social se diluye en la difusión del libro y la alfabetización, generándose así la lectura en soledad -real o espiritual- de la misma manera que se fueron apagando las luces que iluminaban al público en los teatros: la recepción estética como acto individualizado fue copando nuestra percepción de lo literario

Sin embargo, el ser humano no ha llegado nunca a afrontar un individualismo total ante la recepción literaria. Recomendamos libros, preguntamos a nuestros conocidos qué nos ha parecido la última novela de algún autor de referencia, e incluso nos organizamos en clubs literarios en los que se guía y pauta la lectura y se debate sobre ella. Leemos las reseñas que se publican en la prensa e incluso algunas personas llegan a ver los programas de televisión en los que se habla de libros. Quizás esa lectura, en sentido estricto, se ha hecho en un acto de soledad, pero luego surge una fuerte pulsión socializadora.

Subrayando en iBooks
Subrayando en iBooks

Es el impulso que hace que comentemos en el cine lo que acaba de suceder en la pantalla, o la noticia que acabamos de leer en el periódico. El ser humano es un animal social con una fuerte necesidad empática, aunque en no pocas ocasiones más orientada hacia la necesidad de sentir que son los demás los que se identifican o solidarizan con nosotros que en el sentido inverso, pues es también un animal un tanto ególatra. Quién sabe si esa es la razón por la que en los pocos siglos de lectura olvidada por la glotis nos hemos hecho tanto a ella que muchas veces olvidamos sus orígenes orales, que cuando alguien sabía leer reunía a la familia a su alrededor y leía para todos.

Ese proceso es el elemento socializador real, que tampoco debería confundirse con el estar leyendo en un lugar público, el bouquiner francés, el acto extimista del acto de lectura interiorizada que es como el que escucha música con auriculares en el metro o como quien goza de la exhibición pública de la escritura en un Starbucks, por hacer honor al estereotipo (que dio lugar a situaciones simplemente ridículas). El bouquiner, el leer en silencio un libro en un sitio público, es un acto no público en un lugar público. Lo público, lo realmente social, sería leer en voz alta. Repitiendo las analogías de antes, sería poner la música hortera del móvil a todo volumen en el vagón del metro o ir diciendo en voz alta lo que se escribe en mitad de una cafetería. Por diferentes razones, todos hemos presenciado solo una tipología concreta de los ejemplos dados. Más allá de las consideraciones sobre educación y barbarie evidentes, hay que tener en cuenta que se ha interiorizado tanto el proceso individual de la literatura (la recepción y la creación) que incluso cuando se hace en público sigue siendo eminentemente privado.

Tuitear una cita en Kindle
A punto de tuitear una cita en Kindle usando la aplicación para iPhone

Esa búsqueda por compartir la lectura de la que hablábamos antes se presenta, como es lógico, integrada en los dispositivos de lectura digital, como las tabletas o los lectores electrónicos. Extraer una cita y compartirla en redes sociales como Facebook o Twitter, indicar que he adquirido un libro, que me lo he terminado, que le he puesto una puntuación de cuatro sobre cinco estrellas… no deja de ser lo mismo que decirle a alguien que me ha gustado el último libro de cualquier autor, o que he leído algo muy ingenioso en un libro concreto. Por supuesto, cada mensaje lanzado a la red social puede ser el inicio de una conversación sobre la obra. Y, además, en dispositivos como el Kindle, puedo subrayar un pasaje y, acto seguido, ser informado sobre cuántos otros lectores han subrayado esas mismas palabras. Es un gran club de lectura en internet, y posiblemente mejor que si lo organizara alguna gurú televisiva.

Y es cerrar un círculo. No se trata de un cambio de paradigma, ni de la gran innovación de la literatura digital, sino del lógico trasvase desde lo analógico-regional, limitado por el mundo atomista, a lo digital-universal, es decir, al mundo de los bits. De la misma manera que la web puede ser entendida en algunas ocasiones como un rollo de papel frente un libro encuadernado, el abandonar el salón de té para comentar un libro para pasar a la expansión de la plaza digital, sea cual sea el medio social empleado para conectar los nodos de la red de lectores con intereses comunes, es un regreso a los cimientos esenciales. Como toda mirada al pasado, es una reinvención, un remake, si queremos, en el que lo maquillaje de lo nuevo puede dar pie a algo bello en muchas ocasiones, y en otras a ajados rostros que cubren con afeites el tiempo que llevan a sus espaldas.

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