Efusividad y destrozo: elogio del desahogo redsocializado

La proyección del individuo, como ente social, ante los que le rodean es una mascarada en la que se muestran en un baile de disfraces los múltiples rostros que componen la personalidad de cada uno, y es bien sabido que muchos asesinos violentos tienen también costumbre de saludar siempre. Internet no se sustenta tanto en saludar (aunque quien más quien menos tiene la irritante costumbre de entrar en servicios de mensajería para decir «hola» y acto seguido desaparecer, en un aborto provocado de acto comunicativo) como en controlar qué parte de nuestra persona se lanza a la red.

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