No creo que a nadie le asuste, a estas alturas, que la respuesta a un comentario absurdo vaya en la misma línea. Vale, no deberíamos y todo eso, pero a mí me viene alguien y me dice que en España la mitad (un 49%, de hecho) de los libros digitales se descargan ilegalmente y lo primero que me sale es reírme. Luego, preguntarle de dónde sale esa estadística. Y después sería bueno saber qué intereses tiene en todo ello.
Me enteraba ayer de la puesta en práctica en el terreno del libro de un modelo de negocio que viene directamente de la industria del software y que, tiene bastante lógica, ha aplicado Microsoft para un manual sobre informática (Programming Windows): cuanto antes pagues -mientra el libro o juego o programa esté en proceso de creación- más bajo será el precio y tendrás acceso al producto final; paga más tarde, y será más caro; adquiérelo cuando esté terminado y paga el precio completo.
«Quiero un libro digital, un lector electrónico. No sé para qué. Porque está de moda. Porque es cool. Porque caben muchos libros que nunca leeré y que desde luego no he leído». Es prejuicio absoluto, pero -discúlpenme- simplemente no acabo de entender cómo es posible que se vendan tantos lectores electrónicos y luego resulte que un porcentaje elevadísimo de gente no lo haya ni configurado ni usado. Son las consecuencias de ser «el regalo de estas Navidades», supongo.