Holland House fue una biblioteca destruida durante los bombardeos alemanes de 1940 sobre Londres. Lo más probable es que, en cuanto a conocimiento, no se perdiera nada en la destrucción de esa biblioteca en particular, aunque sí hubo las lógicas pérdidas en bienes materiales, en copias de libros (y podemos suponer que pérdidas humanas). No es comparable, en cuanto al drama libresco a famosas destrucciones de centros del saber a lo largo de la historia, pero es un pequeño gran drama en sí mismo.
La foto de varios hombres, ataviados con su abrigo y gorro, echando un vistazo a los estantes que han sobrevivido a las explosiones se ha convertido en una de esas imágenes icónicas. La imagen, sobra decirlo, es una impostura que realizó el estudio Fox Photos (una agencia de prensa británica) en entre 1940 y 1941 (seguramente alguien con conocimientos más profundos sobre la cuestión podrá dar una fecha más concreta, pero la datación varía).
Hoy, más de 70 años después, la imagen es parte del archivo de Europeana, preservada para siempre y etiquetada como obra de autor desconocido. La pervivencia de la fotografía, como la de otros tantos textos, está preservada mientras siga funcionando el mundo tal y como lo conocemos.
Toda biblioteca (física o digital) es un tesoro del conocimiento. Es algo que las instituciones (que deciden invertir cero en ellas), las sociedades de supuesta gestión de derechos de autor y demás entes deberían tener muy en cuenta. Pero no lo tienen.