Timidez digital

La timidez, como limitador del acto social de interacción, implica la inoperabilidad en diferentes contextos públicos, de las personas que se ven afectada por la misma, no en el sentido de ruborización o cierta incomodidad ante la socialización, sino como cuestión patológica. Se trata de una fobia social que puede extenderse más allá del contacto directo para alcanzar el virtualizado.

VergüenzaNo debemos subestimar la capacidad limitadora de la psique y cómo puede esta restringir los patrones de actuación humana en los humanos que se ven afectados de un modo u otro por pulsiones y condicionantes diversos. Aunque la mayoría de las personas podemos sentir timidez en momentos concretos, como a la hora de hablar en público, estos son inconvenientes que podemos superar con algo de voluntad. Como profesor, ya con casi una década a mis espaldas en la profesión, todavía hay situaciones, contextos, en el aula que hacen que aflore ese mantra de timidez. O esos nervios que surgen justo el minuto antes de dar una conferencia.

Otras personas, sin embargo, se ven limitadas en su desarrollo social por una timidez que, en esta medida, resulta patológica ya que toma control sobre su voluntad para acabar limitando el espectro de acción pública. Es en este contexto cuando podemos empezar a abordar la cuestión de la fobia social. La esfera personal no puede formarse ni proyectarse con normalidad, de manera que no se consigue una realización plena. Algunos rasgos de esta timidez pasan por no poder borrar de la cabeza la idea de que si hay dos personas en un banco del parque riéndose, lo hacen de nosotros. O por sufrir molestias físicas -somatizaciones- ante la idea de realizar un intercambio social. No es ruborizarse, sino que son muchas otras cosas.

Ante estas barreras cabe preguntarse hasta qué punto la proyección avatárica del individuo en contextos de virtualidad sigue viéndose afectada por su timidez. Pensemos en algo tan aparentemente inocente como un videojuego en línea. Este puede permitir diferentes vías de comunicación entre sus participantes: chat de texto o de voz son los recursos más populares. En esta situación alguien puede sentirse más cómodo con la barrera adicional del texto en su interacción social que usando un micrófono. Incluso si el juego demanda participación colaborativa directa.  Podemos inferir que hay cierta vergüenza, sobre todo hoy en día, donde un ordenador o una consola con micrófono no son el absoluto objetos exóticos.

El videojuego nos pone en un papel virtual, pero en las partidas en línea el avatar puede diluirse y abrir una brecha de paso para el yo real. Esto, claro, puede resultar más complejo en títulos construidos sobre la impostura digital, como un juego de rol masivo en línea, donde la construcción del personaje virtual forma parte de un desarrollo progresivo por lo que puede generarse una mayor adhesión al rol asumido en el mundo virtual. Por otro lado, el usuario será también más proclive a permear la personalidad avatárica con la propia. Esto, potencialmente, daría pie a conflictos de enmascaramiento y transparencia extimista. Todo avatar es fragmentario en la medida en que se concibe en base a una propiocepción proyectada, sea esta de cómo nos percibimos realmente o de cómo nos gustaría percibirnos. Ambas posibilidades puede ser muy reveladoras, salvo cuando hay interés creativo adicional, esto es, cuando se concibe deliberadamente de forma teatralizante. Y los teóricos del teatro tendrían mucho que decir sobre cuánto del autor hay en el guion y cuánto del actor en la interpretación.

Una interacción social avatarizada es la que ejecutamos también en redes sociales, pues la proyección tecnocorpórea es controlada: quién está en nuestro círculo, qué imágenes nos representan, y qué y cómo lo decimos entra en un espectro de control mayor que en la realidad directa y no filtrada por el tamiz web. Sin embargo, podemos presuponer una mayor fidelidad entre el yo real y el virtual en la medida en que nuestros contactos nos conozcan más a fondo y, por tanto, haga más difícil -cuando no simplemente irracional- ejecutar grandes ejercicios avatáricos.

Un acto de timidez puede ser el eludir funciones de estos sistemas para promover la apertura de los canales comunicativos, como el nominativo marcado por la @ (@usuario) en Twitter o meter baza en una comunicación abierta y descentralizada como la que puede darse a través de la tematización con # (#tema).Esto es más evidente en un sistema asimétrico como Twitter en el que las herramientas semánticas descritas sirven para poder llamar la atención de alguien sobre algo o adscribir una aportación a una línea temática en marcha o creada en ese momento. Es lógico esperar que en una timidez digitalizada se rehúya de esos comportamientos que nos suman -de una manera u otra- a un colectivo o que pueden abrir vías de comunicación adicionales y, en consecuencia, no necesariamente deseables.

La relación avatárica puede definir el grado de contacto con el mundo virtual y, en la misma medida, la capacidad de asimilación de la conducta socialmente fóbica por parte del trasunto electrónico de esa persona. Esto es algo que debe considerarse también en contextos de educación, pues en el aprendizaje de segundas lenguas se ha esgrimido en no pocas ocasiones que la interacción virtualizada puede ayudar a los estudiantes tímidos, que suelen presentar problemas de seguridad a la hora de expresarse en la lengua meta de su aprendizaje. Sin embargo, si el grado de timidez es incapacitante, es posible que esta proyección digital acabe viéndose también afectada por los mismos procesos psicológicos, pues la traslación del ego puede hacerse a través de un juego de vasos comunicados por una obra de fontanería no siempre bien ajustada y medida en la que el flujo de la interpersona a la exopersona (la mascarada socializada) sea excesivo para las personas menos extrovertidas u orgullos de disfrutar del conocido como espectáculo del yo.

Un pensamiento sobre “Timidez digital”

Responder a Dulce Maria Villa Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.