En el ámbito literario y lingüístico muchos son los temores que surgen de vez en cuando en torno al deterioro del lenguaje. Se agazapan y quedan a la espera de que el discurso cíclico, incapaz de avanzar, regrese a ese punto y entonces salta de nuevo en forma de reflexión solo ocasionalmente circunspecta. Una de las últimas repeticiones del tema se la debemos a Javier Marías, quien habla incluso de «batalla perdida». Yo no sabía que estábamos en guerra, la verdad, pero es también cierto que su último libro -que, claro, está promocionando- va por ese terreno de la reivindicación de la norma estricta.
Es posible que Ned Ludd fuera un buen hombre. De hecho, ser un héroe para el proletariado debería situarlo en una esfera de buenas acciones y debemos suponer que cargarse unas tejedoras a finales del siglo XVIII con la -supuesta- intención de reivindicar el trabajo manufacturado, si bien no sabemos en realidad qué impulsó esa acción. En el siglo XIX se convirtió en el héroe epónimo del ludismo, movimiento obrero que sigue vigente hoy en día cada vez que se renueva una industria para dar lugar a una mayor mecanización o informatización en detrimento de los trabajadores humanos.