Me enteraba ayer de la puesta en práctica en el terreno del libro de un modelo de negocio que viene directamente de la industria del software y que, tiene bastante lógica, ha aplicado Microsoft para un manual sobre informática (Programming Windows): cuanto antes pagues -mientra el libro o juego o programa esté en proceso de creación- más bajo será el precio y tendrás acceso al producto final; paga más tarde, y será más caro; adquiérelo cuando esté terminado y paga el precio completo.
Ya habíamos visto el crowdfunding con propuestas como la de Lorenzo Silva, pero esta iniciativa de Microsoft es bien diferente y no debe confundirse. En el crowdfunding hablamos de un proceso de financiación popular sustenta en múltiples donaciones de personas o entidades que deciden apoyar el proyecto a cambio, generalmente, de unos beneficios concretos (como aparecer en los agradecimientos, recibir una camiseta o compensación similar, o lo que sea). Este proyecto puede estar terminado o se financia desde cero, la idea, para que entre en producción. En muchos sentidos es un micromecenazgo que, además, no implica necesariamente el acceso a ese producto final que puede ser cualquier tipo de bien, servicio u objeto. Incluso pueden indicarse diferentes objetivos a alcanzar en función del dinero recaudado.
Lo que propone Microsoft con su manual se parece mucho más a un modelo de negocio que popularizó el juego Minecraft. En este caso, el juego estaba en marcha y no se trata de ningún tipo de mecenazgo, sino de -simplemente- comprar el juego, pero en vez de hacerlo cuando estuviera terminado hacerlo desde fases tempranas (lo que en términos de desarrollo de software se asocia típicamente con nomenclaturas como alpha, beta, etc.), teniendo acceso al mismo en esas fases primigenias al tiempo que se garantizaba el acceso a la versión final. Los primeros en apoyar el juego, en sus fases más tempranas, pagaban una cantidad determinada y desde el principio se indicaban las condiciones: cuál sería su precio final, los rasgos principales del producto, y otros elementos esenciales para comprender el tipo de adquisición. Se compraba un juego todavía en desarrollo y se daría el producto finalizado cuando estuviera listo, pero no era una donación ni un mecenazgo: es una compra. El precio subió en tramos, por lo que uno podía probar la versión de demostración y si le parecía interesante comprarlo todavía muchos meses antes de su finalización para poder ir jugando en la versión de prueba y, finalmente, conseguir el producto finiquitado.
Llevar esto a la industria del libro implica que se compra un libro que está siendo escrito todavía. No un libro que ya se ha escrito o va a escribirse y que tendrá unas funciones, características y contenidos en función de si se consiguen o no los hitos de recaudación en el mecenazgo (o incluso su cancelación si se determina como finalmente inviable por falta de financiación), sino un producto definido que está siendo compuesto en ese momento y que será finalizado (salvo catástrofe mayor, suponemos). Comprarlo antes implica dar ese apoyo financiero, moral, al autor (y a la compañía, claro), pero también implica obtener el beneficio de adquirir un producto -el libro- que nos interesa a un precio menor que si esperamos unos meses.
En este caso, además, se plantean fases de desarrollo del libro idénticas a las del software. A finales de mayo se publicará una beta que, estiman, tendrá 300 páginas: una primera redacción. Comprarlo entonces costará 10 dólares. Posteriormente se seguirá trabajando en él, pero su precio subirá hasta los 20 dólares. Seguirán tramos de 30 y 40 dólares, en torno a los meses de verano. El libro, cuando esté completo, costará 50 dólares.
El plan de creación-composición está claro para todos y aunque no dejamos de ser inversores tempranos en el producto lo hacemos en calidad de compradores, no como donantes. Es cierto que una compañía como Microsoft cuenta con músculo económico de sobra como para no necesitar este tipo de iniciativas para financiar el proyecto, pero puede ser un interesante modelo de negocio para editoriales pequeñas, autores independientes y otros miembros de la industria de la escritura que necesiten este tipo de recurso o crean que pueden financiarse de esta relación comercial con sus lectores.
El mundo digital abre puertas en formatos, vías de comunicación y difusión, sí, pero también en muchos y muy diferentes modelos de negocio que dejan en evidencia la obsolescencia de lo que consideramos como única vía posible: lo establecido, lo fijado en el modelo canónico, no es lo único que hay. Debemos buscar nuestros propios caminos y este tipo de propuesta nos deja ver, también, que en lo digital hay modelos de negocio interindustriales: lo que funciona en el software, la música o el cine puede funcionar también en el libro.
Me parece muy muy interesante este modelo. Creo que habría que darle un par de vueltas, pero…
Gracias por tener los ojos tan abiertos!