He leído ya varias veces que la llegada del libro digital produce cierta animadversión entre el colectivo de los bibliotecarios. Me temo, sin embargo, que es una de esas situaciones en las que una afirmación de este tipo puede aplicarse, sin duda, a las personas rígidas y sin capacidad de adaptación de ningún tipo, marcadas por un fuerte sesgo que comparten con ese espécimen de universidad que es el catedrático que se horroriza cuando descubre que hay una cosa llamada OpenCourseWare que cuenta con el respaldo de instituciones tan relevantes como el MIT (que para eso es el responsable de la criatura.