El ebook es la epítome de la destrucción de la cultura occidental y la materialización (en bits, ciertamente) del apocalipsis social retratado en 1984 por George Orwell. Lo ha dicho un autor de best-sellers, así que no puede estar equivocado. Si tiene un Pulitzer, es que además no deberíamos estar ni tan siquiera discutiendo esto.
Es probable que no sepas exactamente qué es eso de la Research Works Act porque, al fin y al cabo, es una cuestión completamente regional para EE.UU. El problema reside en que, como con tantas otras cosas, lo que es una cuestión específica de ese país acaba repercutiendo, guste o no, en muchos de nosotros. Se trata de una propuesta promovida por congresistas con fuertes apoyos financieros desde grupos editoriales para cambiar los derechos de difusión de la información de investigaciones científicas, incluso de las pagadas con dinero público.
El libro electrónico es un mundo abierto al que le cerramos las puertas debido a que lo hemos ido llevando por la senda del trasunto de la hoja impresa y solo muy ocasionalmente se ha pretendido dar ese algo más al lector, posiblemente debido también a que pocos autores y pocas editoriales han decidido realizar un aprovechamiento pleno del formato. ¿Dónde están los límites del ebook?
El hombre postorgánico, el ciborg, el tecnodependiente de la prótesis… los nombres son muchos, pero el ser humano depende desde tiempos inmemoriales de lo protésico para garantizar su progreso y supervivencia como vía para superar sus limitaciones animales e incluso intelectivas, es decir, orgánicas.