Aunque se ha llegado a decir que nuestra sociedad está esclavizada por los eslóganes, estos no son un invento de ayer precisamente. A lo largo de la historia de la humanidad muchas personas han intentado expresar sus pensamientos de la forma más breve posible y con el mayor contenido. No estamos hablando de Twitter, aunque compartan modus operandi, ya que vestigios de este tipo los encontramos ya en las primeras culturas que plasmaron sus cosillas en forma de mensaje escrito.
Hace unas semanas me topé con esta foto en Facebook, en la que alguien nos legaba un mensaje de una sabiduría impagable:
De aquí podemos sacar dos conclusiones: una, que en griego todo suena mejor y si además está fijado en una buena roca de hace unos siglos impresiona mucho más. Y dos, lo de Winter is coming no viene de ahora tampoco.
Son también un clásico los célebres grafiti de Pompeya y Herculano, que con una temática que claramente podría asumirse en la programación de la tarde de algunas televisiones nos brindan:
“Celadus el Tracio hace suspirar a las chicas”
(Suspirium puellarum Celadus thraex) CIL IV, 4397
«Apollinaris, médico del Emperador Tito, fue bien de vientre aquí».
Los eslóganes son hoy en día un elemento no solo cotidiano, sino que además se suelen colar en nuestras vidas como esas canciones pegadizas que todavía colean después del verano. Frases como «a mí plín», o incluso palabras como el célebre gustirrinín, de Gila, son una prueba de ello. También todos esos que sacan la mano por fuera de la ventanilla del coche y murmuran para sí, “¿Te gusta conducir?”. Lo que poca gente sabe es que el origen del eslogan fue un tanto más bélicoso y violento. El origen se encuentra en la expresión gaélica sluagh-ghairm que viene a significar “grito de guerra” y era el acicate que usaban los guerreros para motivarse antes de la batalla. Sin duda, muchos publicistas se identifican con esta anécdota.
El eslogan, pese a lo que pueda parecer, no fue ni mucho menos un producto que nació junto con los primeros anuncios “modernos”. Los primeros anuncios por palabras de los periódicos carecían de él y su gran apogeo lo tuvo por primera vez en los a finales de los ´50 y principios de los ´60.
Lo más interesante de los eslóganes es que se han convertido en reyes indiscutibles de un tipo de lenguaje y de entender la comunicación, y tuiter es solo una consecuencia más.