Como el otro día comentábamos, las redes sociales son hoy en día una herramienta difícil de manejar, muy útil en la vida personal y laboral pero tremendamente lábiles y ausentes de límites prefijados, en lo que respecta a la gestión de nuestros avatares.
Podemos apreciar diferentes usos y destinos atendiendo a nuestras necesidades e intereses:
- Uso empresarial: el avatar se presenta como imagen corporativa o de marca con el fin de que la difusión de información se connote de forma controlada y prediseñada. Se intenta tener un control del significado-signficante desde el principio y muchas veces se promociona previamente para ello.
- Uso lúdico.
- Uso personal, de extroversión, muy similar al empresarial, pero sin lucro de por medio. Tiene como fin expresar nuestra visión de nuestro propio mundo interior/exterior a través de los mecanismos de expresión que nos proporciona la propia red: música, comentarios, enlaces…
- Uso laboral: construcción de wikis para utilizar dentro de la empresa o para uso educativo, como por ejemplo en ELE.
- Uso académico: con el fin de difundir conocimientos, como este post o como lo que se lleva a cabo en Academia.edu.
El propósito de todas ellas no es ni más ni menos que el de gestionar nuestro avatar, que no es otra cosa que una imagen exógena creada ad hoc (o impuesta por las circunstancias).
Esta estrategia comunicativa es intrínsecamente empresarial y pertenece a las viejas normas del marketing, aunque muchas veces se nos pase por la cabeza la supuesta inocencia de las redes, cuyo peligro va más allá de una simple foto inapropiada: la fotografía no es el problema, este reside en el uso incontrolado que se hace de ella y sobre todo de la reacción del gestor de la información. Un buen gestor se aprovechará de los episodios más infelices dándole la vuelta a cualquier problema surgido en la sociosfera, consiguiendo que se borre o se modifique el presunto traspiés. Como en la vida real, solo que en esta sociosfera todo queda a merced de un más que posible contexto unilateral y del manejo de datos que se hace. No me cabe duda de que este será uno de los nuevos pasos que llevarán a cabo los futuros programadores en materia de web 3.0.
No podemos estar totalmente de acuerdo con Otham Laraki en que las redes sociales se democratizan (aunque sí en su emotiva conexión con recientes sucesos políticos), ya que si la censura lo permite, son siempre visibles y el juego que proponen no necesita de esta variable para subsistir, tienen su propias reglas, enmarcadas legalmente en el contrato de entrada y son cambiantes como la propia esfera en la que se encuadran. La democracia de las redes es otra, su valor reside en su capacidad de adaptación y en los límites que pone el propio usuario en lo que se refiere a su presencia avatárica. Buena prueba de ello es que los políticos de EEUU se preparan muy bien sus deberes en la sociosfera antes de salir a la arena política.
Si las redes sociales son positivas o negativas (el eterno apocalípticos vs integrados), no es un factor que influya ni en nuestro proceso de estudio de ellas ni tampoco en su valor intrínseco. Como casi todo en la vida depende del uso que les demos, como podría pasar con un coche o con una hacha de cortar leña. Las nuevas redes permiten que la cultura audiovisual se expanda pero, como en todo proceso comunicativo, hay una variante muy a tener en cuenta y que es fundamental a la hora de la descodificación: hay que contar con el ruido que circula alrededor, que silencia elementos imprescindibles y ensalza otros quizás no tanto. Y ahí es donde entra el sentido crítico tan poco popular hoy en día. Pero ese es otro post.