Fernando González García (Universidad de Salamanca)
Patti, Emanuela. Pasolini after Dante. The “Divine Mimesis” and the Politics of Representation. Legenda. 2016. 177 págs. 83,99₤ |
La de Dante es una presencia que atraviesa, desde los años cincuenta y hasta su muerte, la obra de Pasolini. Emanuela Patti ha investigado todas las referencias dantescas dispersas en textos literarios, ensayísticos y cinematográficos y las ha puesto en relación entre sí, reconstruyendo un intertexto que se expresa en medios y géneros distintos. Aunque sus implicaciones van mucho más allá, como veremos, el período que se estudia en profundidad en el libro es el que va desde el “redescubrimiento” de Dante en Italia en 1951 tras el ensayo de Gianfranco Contini, “Preliminari sulla lingua del Petrarca”, hasta 1965, momento en el que Pasolini finaliza la redacción del núcleo fundamental de La Divina Mímesis. El ensayo de Contini cayó, en los inicios de los años cincuenta, como semilla en una tierra abonada por el neorrealismo. El plurilingüismo dantesco, desarrollado sobre todo en su Inferno, daba la palabra, con sus particularidades dialectales, a todos los sectores sociales, como había hecho de manera intuitiva el cine neorrealista. Tras el trabajo de Contini había, pues, que profundizar en la cuestión lingüística y desarrollar nuevas formas de representación que se ajustaran a la diversidad lingüística y social de Italia. Pasolini, Fortini, Sanguinetti -la “compagnia picciola” de la revista Officina– se propusieron transformar el canon literario bajo los principios -de un Dante visto por Contini-, de plurilingüismo, experimentalismo y objetividad. Por otra parte, de la subalternidad y su relación con la literatura hablaba un también redescubierto Gramsci que había puesto el acento en la inexistencia, en Italia, de autores nacional-populares. La figura de Dante aparecía entonces como un modelo de autor capaz de hacer de puente entre alta y baja cultura a través de su uso de la lengua. La cuestión lingüística y la función social del autor, aunadas, conformaban así una auténtica “política de la representación”.
El método empleado por Patti consiste en ir examinando las transformaciones del “modelo dantesco” en Pasolini paso a paso, avanzando cronológicamente sólo después de un análisis intertextual horizontal exhaustivo –poesía, novela, ensayo, antologías de poesía dialectal, películas, artículos-, que enlaza también en horizontal con los debates italianos sincrónicos acerca del realismo. Si la novela Ragazzi di vita (1955) con su uso del dialecto romano de las borgate y del discurso indirecto libre supone un entusiasmado viaje al infierno, el culmen de la “regresión al otro”, la siguiente novela, Una vita violenta (1959) parece alejarse de aquel entusiasmo. Por otra parte, el poemario Las cenizas de Gramsci (1957), reflejaba ya más una tensión personal entre la mímesis como experiencia vital del otro, del excluido y su propio origen burgués, que una necesidad ideológica colectiva que cada vez –La religione del mio tempo (1961)- ve más lejana. En 1959 y 1960, los premios Strega, concedidos sucesivamente a Lampedusa con Il Gattopardo, y a La ragazza di Bube, de Cassola, tan alejados del realismo lingüístico que promovía Officina, le llevan a certificar, con el poema “In morte del realismo”, el final de una época.
Con Mímesis, de Auerbach y su análisis de Dante en el bolsillo, Pasolini, se lanza entonces al cine. Al Dante de Contini, a la posibilidad de ser un autor nacional-popular, se han añadido el realismo figural y la mezcla de estilos de Auerbach. La nueva posibilidad de mímesis ya no es literaria, sino cinematográfica. Accattone comienza con una cita de Dante, pero la salvación de Accattone no está en otra vida, sino en su muerte, que preserva su diferencia vital y dialectal de subproletario, de excluido. Lo mismo ocurre con el protagonista de la novela Una vita violenta, y mueren sin integrarse Ettore en Mamma Roma, Stracci en La ricotta y Cristo en El Evangelio. Son los años del llamado “cine nacional-popular” en la obra de Pasolini, que finalizan con Uccellacci e uccellini, de 1965. Ese es también el año del artículo “La volontà di Dante a essere poeta”, publicado en la revista Paragone con ocasión del 700 aniversario del nacimiento de Dante, donde, según Patti, el poeta toscano aparece como síntesis de lo que para el Pasolini de entonces es ya vivido como escisión: la del autor como actor y como auctoritas. El concepto auerbachiano de Figura Chisti aparecía ya, durante los años del “cine nacional-popular”, vinculado no ya sólo a sus personajes, sino al propio autor, que no desaparece del todo tras la técnica mimética, sino que, al contrario, se muestra cada vez más a través de figuras vicarias –Orson Welles leyendo un poema suyo en La ricotta, su propia madre actuando en El Evangelio-. Poesia in forma di rosa, contemporánea de la primera fase de La Divina Mímesis refleja un autor que se desprende de su “auctoritas” para aparecer como actor, mártir, o profeta. La crisis de la representación es la crisis de la autoría y viceversa. Finalmente, en La divina Mimesis, en los Cantos escritos hasta 1965, el Pasolini de los años cincuenta hacía de Virgilio para un Pasolini de los sesenta, representando así vívidamente, en forma de escisión, la crisis de la idea del autor literario.
Simbólicamente, en La Divina Mímesis, Pasolini escribe una ficticia nota del editor, en la que se afirma que el autor de este texto, de este “documento”, fue hallado muerto a bastonazos en una playa de Palermo. Se admite, y también lo hace Patti, que Pasolini se refiere a la reunión del neovanguardista Gruppo 63, en Palermo, que arremetió contra la generación precedente, incluido Pasolini, proponiendo la autonomía del objeto estético. La respuesta de Pasolini a una tendencia que cristalizará en 1967 con la propuesta de Barthes sobre la “muerte del autor”, fue prácticamente única, investigando y perfeccionando el papel performativo del autor, el actor. Relacionando el problema de la representación con el de las políticas de la representación durante los años 50 y 60 en Italia, y analizando la apropiación por parte de Pasolini de la figura de Dante como modelo de “intelectual mimético”, modelo que se va transformando y enriqueciendo a partir de la recepción de las obras de Contini, Gramsci y de Auerbach y en función del debate sobre el realismo, Patti acierta a explicar la originalidad de Pasolini en su rechazo de un juego que sacaría del tablero al autor como intelectual.
Sumamente enriquecedor y metodológicamente riguroso, el trabajo de Emanuela Patti se detiene en un punto que exigiría un desarrollo posterior. No me refiero sólo al estudio en profundidad de las nuevas estrategias de expresión y de perfeccionamiento del papel performativo del autor, posteriores a 1966, sino también a lo que aún hoy puede enseñar Pasolini desde esa actitud excepcional con la que se enfrentó, antes de que estas mismas se hubieran manifestado plenamente, a las implicaciones políticas y artísticas de la “muerte del autor”.
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