Territorios del presente: tecnología, globalización y mímesis en la narrativa en español del siglo XXI, de Jesús Montoya Juárez y Natalia Moraes Mena (eds.)

Marta Pascua Canelo (Universidad de Salamanca)

Montoya, Jesús y Natalia Moraes Mena (eds.). Territorios del presente: tecnología, globalización y mímesis en la narrativa en español del siglo XXI. Peter Lang. 2017. 250 págs. 86,53€

Nuestra concepción del tiempo y el espacio se ha visto claramente reformulada en las últimas décadas. El volumen que aquí presentamos, Territorios del presente: tecnología, globalización y mímesis en la narrativa en español del siglo XXI, da cuenta de cómo la literatura se ha visto afectada y ha sido partícipe de los procesos globalizadores y el impacto que la tecnología ha tenido en la reconfiguración de los espacios y tiempos presentes. Firmado por Jesús Montoya y Natalia Moraes como editores, este libro reúne una serie de ensayos que, o bien forman parte de los resultados alcanzados por el equipo del proyecto de investigación “Global-tec: globalización y tecnologías en la narrativa hispanoamericana desde 1990”, o bien han sido pedidos expresamente a académicos especialistas en este campo para elaborar una cartografía de las transformaciones que la tecnología y la globalización han ocasionado en la narrativa en español capaz de narrar el presente.

Los procesos globalizadores impulsados por la revolución tecnológica del siglo XXI han sido objeto de debate y estudio de numerosos investigadores en los últimos años. Muchas de las narraciones contemporáneas no se pueden pensar alejadas del impacto de la tecnología, como podemos ver en la lectura de los textos que realizan los autores de estos ensayos, cuyos análisis nos ayudan a comprender el presente en tanto que reflexionan sobre el modo en que la experiencia contemporánea se inscribe en la literatura. Así, el eje temático del libro se construye en torno a la percepción de los espacios y tiempos contemporáneos, y su relación con la configuración de una literatura en coexistencia con las innovaciones tecnológicas y con la era digital, vista desde una perspectiva ya posdigital, “ni fascinada ni apocalíptica ante las posibilidades y crisis que la gramática textovisual y digital propia del siglo XXI, por así decir, ofrece a la narrativa contemporánea” (2017: 9), tal y como afirma Jesús Montoya en la introducción.

Partiendo de la amplitud que el eje vertebrador de los ensayos permite, y de la magnitud de las narrativas hispánicas contemporáneas, entendemos la diversidad de direcciones apreciable en los tres apartados que conforman el volumen: “Arqueologías, velocidades y subjetividades posthumanas”, “Escrituras transmedia y estéticas digitales” y “Realismos del simulacro y literaturas postautónomas”. En el primero de estos capítulos se atiende a la presencia temática de la tecnología en las obras literarias como manifestación de la cultura material del presente (2017: 9); el segundo capítulo apunta al estudio de la tecnología como medio formal y de estructuración de la obra literaria que “afecta y determina el modo mismo en que se producen la escritura y la lectura” tal y como señala Jesús Montoya (2017:9) y el tercero se refiere a la imbricación de tecnología y literatura en la concepción literaria actual de autores como Fernanda Laguna, que entiende la literatura como parte de un todo en su labor de agitadora cultural — así lo indica en su artículo Cecilia Palmeiro — y César Aira, Mario Levrero o Rafael Cortoisie, cuya producción se hace eco de la “cultura de las pantallas”.

Daniel Noemi Voionmaa abre el primer apartado del libro con su artículo “Tecnologías y velocidades de la narrativa latinoamericana contemporánea”, que constituye una pertinente reflexión acerca de lo que él denomina velocidades de la literatura en el contexto sociopolítico actual marcado por la globalización, conformándose en una suerte de extensión del apartado introductorio en la medida en que articula, del mismo modo que Jesús Montoya, tres ángulos o perspectivas de aproximación a las relaciones entre literatura y tecnología. Siguiendo a Xabier Coronado, señala que a los modos de narrar oral y escrito se suma ahora el virtual, que emplea recursos multimedia en la construcción de sus obras. Habla, asimismo, de la literatura que asume en sus temas asuntos tecnológicos; propone leer las tecnologías en la literatura latinoamericana contemporánea en tanto que tekné y logos —“tekné como arte y artificio y logos como saber, conocimiento, episteme, discurso” (2017: 20)— y atiende a las transformaciones de la literatura como fenómeno estético y como fenómeno social y político. En esta dirección, sugiere una serie de categorías estanco para clasificar las obras literarias que dialogan con la tecnología, si bien es consciente de la dificultad de ejercer la crítica literaria que tiene como objeto de estudio la contemporaneidad. Elabora entonces un mapa teórico de las características que definen a las obras que incluiríamos, según esta clasificación en “tecnologías de lo social y del desarrollo”, “tecnologías de la memoria”, “tecnologías de la violencia”, “tecnologías de frontera “y “tecnologías de resistencia” y que merecen ser descubiertas mediante la lectura de este artículo, por cuyas páginas van desfilando autores como Diamela Eltit, Patricio Pron, Horacio Castellanos Moya, Alejandro Zambra, Santiago Roncagliolo y Lina Meruane. Daniel Noemi se enfrenta así al desafío de pensar las tecnologías en las narrativas hispanoamericanas de nuestro presente.

El siguiente ensayo, firmado por el propio Jesús Montoya, hace referencia ya a dos autores concretos de la narrativa española contemporánea: el teórico y narrador Vicente Luis Mora y la escritora Mercedes Cebrián. En él, Montoya retoma su lexía “arqueologías del presente” (Montoya Juárez, 2015), con la que apunta a la heterocronía de las ficciones contemporáneas y pone en relieve las velocidades y tiempos que el capitalismo globalizado instala en las narrativas del simulacro. Atiende a la cultura material de los tiempos y espacios que articulan los proyectos artísticos contemporáneos signados, a priori, por la desmaterialización y el simulacro. De este modo, “arqueología del presente” supone para Montoya la perfecta metáfora para entender gran parte de la última literatura de autores tanto españoles como hispanoamericanos cuyas ficciones “transcriben el efecto en el cuerpo de lo real que producen los procesos simulacionales de la cultura” (2017: 36) y que visitan el paisaje de lo contemporáneo desde una óptica post-apocalíptica. En esta dirección, Montoya Juárez nos ofrece, de la mano de Vicente Luis Mora y Mercedes Cebrián, una lectura de dos textos en los que se imbrican heterocronía y tecnología y que nos remiten, en última instancia, al concepto de lo posthumano: Circular 07 y ¡Qué inmortal he sido!, nouvelle, que configuran una arqueología entre el simulacro y la realidad material.

El texto que sigue corresponde a Elsa Drucaroff y supone un acercamiento a la creación de un nuevo cronotopo concebida por las nuevas relaciones entre espacios y tiempos y promovida por los avances tecnológicos del presente. Globalización y nuevas tecnologías vertebran nuestra era y modifican la literatura en su construcción y recepción, fenómenos que Drucaroff estudia en el ensayo “El espesor de un pacto. Palabra artística, globalización y tecnología”. En él quiere acercarse a las formas en que tecnología y globalización aparecen (o no) representadas en obras de la literatura argentina más actual y a sus particulares cronotopos y va a referirse a “Moneda común”, de Hernán Domínguez Nimo, “Cambalache”, de Bruno Petroni, “Los tres”, de Eva Luna del Rosario y LASTIMA, de Ángeles Yazlle García.

Por su parte, Daniel Mesa Gancedo hace un recorrido por la obra de Ricardo Piglia en su extenso artículo “Tecnologías del no-lugar en la narrativa de Ricardo Piglia”. Mesa explora esta narrativa con la intención de definirla como “supermoderna”, y en ese intento revisa los no-lugares —expresión acuñada por el francés Marc Augé— o “espacios del anonimato que responden a la “lógica del exceso” en la producción del escritor argentino. Siguiendo a Marc Augé, Mesa es capaz de ver en la obra de Ricardo Piglia la idea de que “la experiencia supermoderna no sólo abandona los márgenes de lo real para acercarse a lo virtual, sino que además se desplaza de los lugares a los no-lugares” (2017: 75). El exceso y los procesos de aceleración en la transmisión de la información acaban con los límites nacionales y contribuyen a la globalización de los territorios, de tal modo que se origina el “espacio” de los no-lugares en la literatura. Mesa analiza las novelas Plata quemada, Blanco nocturno, La ciudad ausente, Camino de ida y los relatos de Formas breves para examinar los modos en que se presenta la experiencia supermoderna, determinada por la tecnología y la globalización, asume la ausencia de fronteras entre realidad y ficción y señala los no-lugares como “lugares de ausencia” y espacios únicos “en los que el individuo no se reconoce como tal, en los que no se relaciona” (2017: 76).

Cierra este apartado Andrew Brown, que ofrece una interesante revisión de la última obra publicada hasta la fecha por el boliviano Edmundo Paz Soldán en “Iris y el nuevo cyborg latinoamericano”. Paz Soldán, escritor imprescindible cuando se trata de analizar la presencia de la tecnología en la  literatura latinoamericana, emplea en esta novela el cyborg como metáfora última de lo posthumano en lo que respecta al hibridismo de su identidad. Andrew Brown, para quien el cyborg ha servido como “una manera de pensar el trauma” (2017: 105), toma ahora este texto como ejemplo base en el que aplicar la teorización del cyborg que ha llevado a cabo a lo largo de su carrera. Paz Soldán crea aquí un mundo futurista por medio de una isla, Iris, en la que han hecho una serie de pruebas nucleares para encontrar minerales que la empresa SaintRei quiere extraer. De este modo, “los irisinos sufren una doble colonización: la de sus cuerpos, transformados por la radiación, y la de sus vidas, colonizadas por SaintRei” (2017: 106) y Paz Soldán articula una idea del cyborg más amplia que la que se planteaba en la ciencia ficción, de manera que el autor explora los varios niveles de subjetividades posthumanas, tal y como señala Andrew Brown. En Iris, los personajes habitan un espacio y tiempo distópicos que sobrepasan los de la ciencia ficción al hallarse en un mundo tecnologizado que mira hacia el futuro pero que es más y, al mismo tiempo, menos avanzado que este último y hacen uso de la cultura de masas en una suerte de acercamiento al presente como forma de homogeneización cronológica.

La segunda parte del libro, bajo el título “Escrituras transmedia y estéticas digitales”, recoge cinco ensayos que hacen referencia a la tecnología en tanto que dispositivo formal que condiciona o afecta a los procesos de lectura y escritura. En el primero de ellos, “La expansión del texto: caminos de ida y vuelta entre la pantalla y la página. Transmedialidad e hipertextualidad en la obra de Alberto Fuguet”, Jonatán Martín Gómez se acerca a la obra del chileno Alberto Fuguet y al papel que juega en ella la tecnología para la configuración de una narrativa global o transnacional. Esta generación de escritores concibe la literatura desde una perspectiva transatlántica o panhispánica, dada su identidad transcultural propiciada por la era digital y la globalización del siglo XXI; se trata de autores que deslegitiman fronteras nacionales culturales, genéricas y, además, mediales. Alberto Fuguet, con una pertenencia plural, participa de las prácticas narrativas transmediales y Jonatán Martín analiza los modos en que estas prácticas toman forma en la producción artística (literaria y cinematográfica) del chileno por medio, principalmente, de las convergencias entre la imagen y el texto en un escritor que encarna “esa necesidad de mezcla e hibridación de diferentes artes narrativas, como la literatura, el cine, la fotografía o incluso el cómic” (2017: 120) y que concibe siempre el arte de manera transmedial y textovisual.

Igual de interesante resulta, por su parte, el ensayo de Vega Sánchez Aparicio, que nos sumerge en la obra de otra autora que resulta imprescindible en todo proyecto que apunte a las relaciones entre literatura y nuevas tecnologías: la mexicana Cristina Rivera Garza, escritora que, como afirma Sánchez Aparicio, “escapa de las clasificaciones disciplinares, las taxonomías genéricas y de cualquier técnica perpetuada” (2017: 135). Rivera Garza, agente activa en las formas productivas del presente, evidencia una preocupación constante por los nuevos espacios de producción y transmisión del arte en una escritura que acusa la importancia de los cambios sociales, tecnológicos estéticos y culturales producidos por la globalización. “Escrituras mías de mí: la comunalidad en Cristina Rivera Garza” supone la puesta en escena, de manera compensada, del estado teórico de la cuestión de los nuevos espacios de producción y de la propuesta personal de la escritora mexicana, plenamente partícipe de la escritura pixelada en el marco de los territorios del presente. Rivera Garza emplea los procesos de apropiación y desapropiación y adopta las estrategias del arte conceptual para su literatura, siguiendo las nuevas vías de exploración del siglo XXI; confecciona reescrituras o, mejor dicho, sobreescrituras en un contexto en que las obras realizan “desplazamientos centrífugos, abandonan su contexto inicial, se vacían de sentido y se resemantizan en una creación” (2017: 137) como bien señala Sánchez Aparicio, quien resalta el fenómeno de la desapropiación que, afirma, “implica una renuncia al aparato comercial y político de la industria cultural” y que destaca en el proyecto literario de Cristina Rivera Garza. La mexicana hace uso de la apropiación —como indica Sánchez Aparicio respecto a La muerte me da— y la desapropiación, manipula códigos y contenidos y realiza ejercicios conceptuales con las posibilidades que el medio digital ofrece, como sucede con el remake que Rivera Garza realiza de Pedro Páramo en el blog Mi Rulfo mío de mí (Rivera Garza, 2011), en el que la autora establece “la función de la lectura como reescritura” (2017: 141) y que se hace explícita en proyectos como el de la poeta Sara Uribe en su blog Melancolía de la bruma que se vuelve ahora mismo bruma (2011). Sánchez Aparicio realiza, de este modo, un estudio que nos ayuda a comprender por qué, como ella misma dice, la obra de la autora mexicana “resulta un encuentro creativo a todos los niveles” (2017: 146).

En esta segunda parte encontramos también dos artículos que se refieren directamente a las relaciones entre literatura y redes sociales: “Literatura y redes sociales: el caso de Manuel Vilas” y “La minificción en la época de la retuiteabilidad: @albertochimal en 83 novelas”, firmados por Basilio Pujante Cascales y Paulo Antonio Gatica Cote respectivamente. El primero de ellos aborda la obra del español Manuel Vilas, analizando Listen to me, libro que recoge publicaciones del escritor en su blog personal y, principalmente, en su perfil de Facebook. Basilio Pujante ofrece, además, siguiendo en gran medida a Daniel Escandell, una reflexión sobre la resemantización de los conceptos de emisor, receptor, canon, género y ficción causada por el cambio de paradigma que ha ocasionado la aparición de las redes sociales (Facebook, Twitter) en el seno del siglo XXI. En el segundo, se analizan las relaciones entre el género por excelencia del presente, la minificción, y la red social Twitter —particular y condicionante porque reduce el espacio de creación a la cifra máxima de 140 caracteres— en el caso del escritor mexicano Alberto Chimal. Paulo Gatica reflexiona, en este sentido, acerca de las minificciones del mexicano que se reúnen en el volumen titulado 83 novelas, todas ellas extraídas de su perfil de Twitter.

No queremos dejar atrás el artículo de Manuel Guedán Vidal: “Desplazamientos del concepto de unidad narrativa en la literatura actual: Luis Magrinyà y Andrés Barba”, en el que busca acercar los extremos de la literatura transmedia y la literatura en formato libro, objetivo para el que recurre a los cuentarios Ha dejado de llover, de Andrés Barba y Habitación doble, de Luis Magrinyà, donde los cuentos integrados están de algún modo conectados por una serie de temas recurrentes. Este último se completa con un vídeo que se encuentra en el canal de YouTube de Magrinyà, que no repite contenidos de libro y que, por lo tanto, hace que la obra sea considerada como transmedia. Manuel Guedán concluye que estos trasvases entre la página y la pantalla y los cambios que implican en el paradigma de lectura son de gran ayuda en la apertura de la literatura al campo del arte conceptual, dado que la cohesión de los cuentos en el plano de la trama se ha trasladado al de los motivos o temas debido a “la experiencia de navegación en la que los saltos y las conexiones son más abruptos y forzados” (2017: 178) y a la unidad transversal de Internet a la que están acostumbrados los “lectoespectadores” (Mora, 2012) del presente.

El tercer y último apartado del volumen cuenta solo con dos ensayos de extensión considerable que dan cuenta de las transformaciones que ha experimentado en el presente el campo de la literatura respecto a su consideración en el siglo pasado. Se abre con el artículo “La escritura telegénica: tecnologías de la visión y paisajes mediáticos en la reciente narrativa rioplatense”, en el que asistimos a un análisis de las tecnologías visuales o “ficciones televisivas” (2017: 197), es decir, narraciones que trabajan con formatos vinculados a la televisión, en la literatura contemporánea del Río de la Plata dentro del contexto actual que el autor, Julio Prieto, llama de la “cultura de las pantallas” que impera en el capitalismo tardío que vivimos. Las escrituras telegénicas “resitúan o modifican modelos narrativos y paradigmas textuales estrechamente ligados a la intermediación entre literatura y visualidad de masas propuestos en distintos momentos del siglo XX por autores emblemáticos como Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Roberto Arlt, Julio Cortázar o Manuel Puig” (2017: 199), tal y como señala Julio Prieto, que realiza, seguidamente, un brillante estudio sobre la configuración de estas escrituras en recientes manifestaciones rioplatenses combinando teoría y práctica de modo que la puesta en papel de los resultados de su investigación resulta esclarecedora.

Cierra el volumen Cecilia Palmeiro, quien, fijándose en la misma línea de autores que Julio Prieto, ahonda aquí en la obra de Fernanda Laguna, figura argentina —escritora, artista, editora y productora— que ha abierto nuevos cánones y mercados para la literatura y el arte desde la postura que le ha permitido el proyecto de Belleza y Felicidad, impulsado junto a la poeta Cecilia Pavón y con el que ha promovido la literatura como fenómeno de agitación social en tanto que escritora y artista plástica al mismo tiempo que editora y galerista. Este proyecto “estaba destinado a hacer volar por los aires las concepciones tradicionales de la literatura y el arte” (2017: 219) y se convirtió en “la antítesis del modelo cultural argentino” (2017: 220) abogando por un canon literario ignorado en el país, como bien señala Cecilia Palmeiro. Belleza y Felicidad, sello editorial y galería de arte, lideraba, junto con Eloísa Cartonera, una lucha contra las jerarquías culturales imperantes apoyando a autores que transitaban por los márgenes de la cultura y abaratando los precios del arte en un logrado intento de transgresión, a lo que se añadía una actitud queer, marca imprescindible en la configuración de la figura de autor de Fernanda Laguna y Cecilia Pavón. Por medio de este ensayo titulado “Fernanda Laguna, o el arte de vivir el arte”, Cecilia Palmeiro elabora un mapa de la labor social del proyecto literario y artístico de Fernanda Laguna y sus más fieles aliados en el panorama cultural argentino de las últimas décadas, proyecto que alcanza su máxima expresión —señala Palmeiro— con la inauguración del local “Tu rito”, lejos ya de galerías y editoriales, constituido como un lugar de encuentro de artistas alternativos. Asimismo, analiza en la segunda parte del ensayo la labor creadora de Laguna que, bajo el pseudónimo de Dalia Rosetti, articula una literatura que rompe con toda diferencia existente entre realidad y ficción además de situarse como líder de proyectos transgresores en la redefinición de los modelos literarios que protagoniza la narrativa hispánica del siglo XXI y que se posiciona como principal objeto de estudio del volumen que venimos presentando.

Como ha podido comprobarse, los artículos compilados en Territorios del presente: tecnología, globalización y mímesis en la narrativa en español del siglo XXI suponen una aportación clave en el ámbito de la investigación literaria contemporánea que atiende, desde una perspectiva panhispánica, a los modos en que se narra el presente globalizado e intervenido por las nuevas perspectivas que introduce la esfera tecnológica en la escritura y lectura del siglo XXI. Por otra parte, señala la importancia de la experiencia contemporánea de los sujetos híbridos, plurales y posthumanos que se aprecia en las últimas narrativas hispánicas y nos brinda una visión global del entramado teórico que subyace a los nuevos espacios y tiempos que se construyen en las obras que los autores que han desfilado por estos ensayos gestan en el marco de la contemporaneidad.

Bibliografía

Montoya Júarez, Jesús y Natalia Moraes Mena (eds.). Territorios del presente: tecnología, globalización y mímesis en la narrativa en español del siglo XXI. Berna: Peter Lang, 2017.

Mora, Vicente Luis. El lectoespectador. Barcelona: Seix Barral, 2012.

Noguerol, Francisca, Mª Ángeles Pérez López y Vega Sánchez Aparicio (eds.). “Subjetividades posthumanas y arqueologías del presente en la última narrativa en español” en Letras y bytes: escrituras y nuevas tecnologías. Kassel: Edition Reichenberger, 2015: 119-135.

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