Reseña: Había mucha neblina o humo o no sé qué, de Cristina Rivera Garza

Vega Sánchez Aparicio (Universidad de Salamanca)

Rivera Garza, Cristina. Había mucha neblina o humo o no sé qué. Random House Mondadori. 2017. 245 págs. 16,49€

A pesar de desenvolverse con la soltura que la caracteriza por la narrativa —recordemos, aquí, algunos de sus títulos imprescindibles como Nadie me verá llorar (1999), La cresta de Illión (2002), La muerte me da (2007), El mal de la taiga (2012) o La frontera más distante (2008)—, de ofrecer una voz más que consolidada en el territorio de la poesía —Los textos del yo (2005) o la experimental La imaginación pública (2015)—, o de su relevante obra ensayística—con el fundacional Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación (2013)—, resulta imposible encajar este Había mucha neblina o humo o no sé qué (2016) en una categoría concreta. Ciertamente, el libro —y como ella misma ha afirmado “Sólo alcanzo a reconocer dos géneros literarios: el libro y la nota suelta” (Rivera Garza, 2004a)— no debe ser considerado fielmente un ensayo, aunque extraiga no solo una poética escritural y visual de Juan Rulfo, sino también de la propia autora, y aunque analice aquellos factores de su circunstancia más política, esto es, de su disenso como escritor que reconfigura dicho papel. A su vez, tampoco pertenece a la ficción pero, en sus páginas, la imaginación se activa con el relato de un Rulfo real, y corporeizado, sobre las carreteras del país, como trabajador de la Sociedad Industrial Euzkadi, y revela, al mismo tiempo, una obra, la de Rivera Garza, que, en su conjunto, no es sino una escritura con el otro y, concretamente en estos textos, con las líneas de Rulfo. Que, en los capítulos finales, incluya la travesía de quien viaja a Luvina, o de quien asciende la montaña sagrada de los mixes, no lo convierte en una crónica, sino que, al añadir a su experiencia corporal el discurso de un Juan Rulfo agente del cambio, pero testigo del paisaje natural y cultural de Oaxaca, confronta ambos registros en una escritura que se sabe ambivalente y compleja. Por otro lado, y pese a que la autora examina sus fotografías y escritos como investigador de la Comisión del Papaloapan, aquella que suscitó el reacomodo de las poblaciones indígenas en favor del proyecto modernizador de México, o como editor del Instituto Nacional Indigenista, el libro no resulta un documento historiográfico en sentido estricto, sino que presenta otras maneras para transformar en teoría estética y política la relación táctil con el archivo.

Ya en una entrada en su blog de 2005, y a propósito de Pedro Páramo, Rivera Garza lo descompone en seis fragmentos —leídos previamente en rigurosos siete minutos—, demostrando, con su acción, que para analizar a un autor cuyas “líneas que se resisten al poder amalgamador de la anécdota, […] diseminándose hacia direcciones siempre imprevistas” (Rivera Garza, 2005), resulta necesario asumir sus propios mecanismos y estructuras, es decir, escribir desde la colindancia de Rulfo. Por tanto, frente a la hibridación, estas escrituras colindantes, “que no [son] una combinación”, sino “lo disarmónico e,  incluso, lo incompatible” (Rivera Garza, 2004b), dejan al descubierto los puntos de fricción entre los textos y, como en este Había mucha neblina o humo o no sé qué, ofrecen esas fronteras donde la disparidad genérica colisiona. Si, en palabras de Fernando Broncano, “los artefactos son operadores de posibilidades accesibles, instauraciones de espacios que están entre lo real y lo posible, en una dinámica interminable que produce actualizaciones y, a la vez, transforma al productor” (Broncano, 2012: 28-29) este artefacto de Rivera Garza difiere con la categorización de lo que sería el estudio de un autor y ofrece otras posibilidades, a través de la incertidumbre textual —de esa neblina—, que vienen a reformular un modelo, en cierto modo, preestablecido. Ahora bien, dicha mutación no se lleva a cabo imponiendo otros patrones oficiales que otorgarían al texto una nueva autoridad. Por el contrario, su articulación implica un retorno a lo humano, concretamente al cuerpo, como ente sensible que, a su vez, lee, escribe y experimenta.

Serán unos “ojos distintos” (106) los que permitan una exploración relacional de Rulfo —de su obra de ficción, fotográfica, epistolar o divulgativa—, así como una mirada panorámica que abarque todos los ámbitos de su vida, pero también, y especialmente, una disposición hacia la lectura como práctica de amor: “Tengo que confesarlo ya: mi relación con Juan Rulfo es una de las más sagradas que existen sobre la tierra: una lectora y un texto” (19). En efecto, junto al alcance de una obra visual y narrativa, Rivera Garza incorpora su condición de escritor que —sobre todo— trabaja, que viaja con el encargo de confeccionar una guía de carreteras para la Euzkadi o que retrata la supuesta exigencia de modernidad en las regiones indígenas. Es por ello que este paisaje completo de sus circunstancias no solo recoge los puntos esenciales de la estética de Rulfo, sino que también revela su gesto político. Si resulta imposible separarlo de las dependencias de sus respectivos oficios, dentro de un sistema supeditado al proyecto modernizador de México y con un papel discreto en el entramado cultural del país, el hecho de escribir una novela y un libro de relatos es, en sí, un acto de resistencia. Tal como Alberto Santamaría acentúa a propósito de Robert Tressell, Juan Rulfo traza una escritura política “extrayendo tiempo de cuando no se tiene tiempo” (Santamaría, 2016: 33). Frente a lo esperable de un trabajador, el carácter político de sus textos residiría, por tanto, más en la acción que conllevan que en el contenido mismo.

Este lado crítico igualmente es percibido por Rivera Garza a través de su obra fotográfica. Opuesto a un pie de foto en los documentos elaborados para la Comisión del Papaloapan, el lenguaje visual presenta a un Rulfo que subvierte el discurso de la agencia oficialista. Vale preguntarse aquí, como también inquiere la autora, por la ruptura entre imagen y texto o, dicho de otro modo, por la intervención de las acotaciones en las fotografías. A pesar de que su trabajo respondía a los argumentos, determinados por el propio sistema, a favor del desalojo de los pueblos indígenas en la cuenca del río, en lugar de recurrir a una automatización de dichas razones, las imágenes de Juan Rulfo tienden a refutarlas. Más que ver en él a un mero operario programado por el aparato político de la entidad, habría que pensar, siguiendo a Flusser, en un “imaginador” que invalida la supuesta objetividad de los datos “en función de la reformulación de la sociedad” (Flusser, 2015: 96). Por ello, la escasa correspondencia entre el pie de foto, que focaliza la observación, y la imagen, que parece disuadirla —acaso el humo—, plantean que “Rulfo vio, sí, críticamente, o dolidamente, o ambivalentemente” (136).

Asimismo, y unido a esta mirada amplificada, surge el espacio de la producción: porque llegar a Rulfo es también soñarlo. Para ello, y a partir del testimonio de quien observa a un autor comprometido con las formas silenciadas del goce o la posición de la mujer en el relato de la modernidad, Rivera Garza plantea la reescritura como proceso dialógico con los textos. De ahí que no sea casual la composición con los textos de Rulfo a través de un Twitter figurado que, aparte de su lenguaje autoconsciente no solo de carácter estético, sino también sensible —“Dicho de un cuerpo, penetrar significa introducirse en otro. Dicho del frío, penetrar quiere decir hacerse sentir con violencia e intensidad” (171)—, recupera y actualiza el personaje de Miguel Páramo en la escritura del presente. Además, resulta central el pasaje “Allá te comerán las turicatas”, que trae consigo una lectura en retrospectiva de los hermanos incestuosos de Pedro Páramo. En dicho relato, donde se apela, de nuevo, a la indeterminación y transferencia genéricas, el texto no hace sino exponer una obra que emerge del ahora de Rulfo y, a su vez, del ahora de la autora. Si bien, y como ella misma indica con respecto a Pedro Páramo, “una historia de amor imposible precisa de una enunciación imposible” (166), la expresión del deseo requiere la materialización de ese deseo en su propia ficción. Así pues, para pronunciarlo, en un lenguaje del bosque, emergen esta serie de narraciones introducidas por ese personaje recurrente en la obra de Rivera Garza, su increíblemente pequeña, que vienen a develar la atención de Rulfo a la vulnerabilidad de los cuerpos, a su fisicidad y, al mismo tiempo, a su complejidad genérica, “como si escribirlas de la mano propia les diera peso” (29).

En definitiva, en una época de descuido corporal o, como diría Berardi Bifo, donde “el intercambio simbólico entre los seres humanos se realiza sin empatía, porque ya no es posible percibir el cuerpo del otro” (Berardi, 2014:178), Rivera Garza demuestra cómo el contacto con este Rulfo, su roce, puede convertirse en una acción de resistencia. No se trata, por tanto, de desentrañar al autor, sino de reentrañar con su obra un nuevo proyecto humano, ese no sé qué.

Obras citadas

Berardi (Bifo), Franco (2014). Después del futuro. Madrid: Enclave de libros.

Broncano, Fernando (2012). La estrategia del simbionte. Salamanca: Delirio.

Flusser, Vilém (2015). El universo de las imágenes técnicas. Elogio de la superficialidad. Buenos Aires: Caja Negra Editora.

Rivera Garza, Cristina (2004a). “Los dos géneros literarios”. No hay tal lugar: U-tópicos contemporáneos. <http://cristinariveragarza.blogspot.com.es/2004/05/> (12/02/2017).

Rivera Garza, Cristina (2004b). “Escrituras colindantes”. No hay tal lugar. U-tópicos contemporáneos. <http://cristinariveragarza.blogspot.com.es/2004/07/> (12/02/2017).

Rivera Garza, Cristina (2005). “Pedro Páramo en siete minutos”. No hay tal lugar. U-tópicos contemporáneos. <http://cristinariveragarza.blogspot.com.es/2005_03_01_archive.html#111202579386796659> (15/02/2017).

Rivera Garza, Cristina (2017). Había mucha neblina o humo o no sé qué. Barcelona: Random House Mondadori.

Santamaría, Alberto (2016). Paradojas de lo cool. Arte, literatura, política. Santander: La Vorágine.

Caracteres vol.6 n2

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