El descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto y su digitalización

The discovery of the Dead Sea Scrolls and their digitization

Carlos Santos Carretero (Universidad de Salamanca)

Artículo recibido: 2-3-2012 | Artículo aceptado: 22-3-2012

ABSTRACT: The discovery of the Dead Sea scrolls is one of the most important archaeological discoveries of the last century. They are essential to understand Second Temple Judaism, and the roots of Christianity. The texts found in Khirbet Qumran have caused great controversy since they were found in the late forties. This article looks for demystify the «black legend» among them with the clear statement of the facts and theories with more admission for the scholars. Besides, it can not be forgotten the fact that recently the scrolls have been digitalized in a common project between the Israel Museum and Google, allowing everybody to see one of the most important treasures from Ancient World.

RESUMEN: El descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto es uno de los hallazgos arqueológicos más importante del siglo pasado. Imprescindibles para entender el judaísmo del Segundo Templo y las raíces del cristianismo, los textos encontrados en Khirbet Qumrán han generado gran controversia desde su hallazgo a finales de los años cuarenta. El presente estudio busca desmitificar esta «leyenda negra» mediante la exposición clara de los hechos y las teorías que más peso tienen para los estudiosos. Junto a esto, no se puede pasar por alto el hecho de que recientemente han sido digitalizados en un proyecto conjunto entre el Museo de Israel y Google, permitiendo así que todo el mundo se asome a uno de los tesoros más importantes de la Antigüedad.

KEYWORDS: scrolls, Dead Sea, digitization, discovery, controversial
PALABRAS CLAVE: manuscritos, mar Muerto, digitalización, descubrimiento, controversia

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1. Introducción
El tema de los manuscritos del mar Muerto ha captado el interés del público y de los investigadores desde finales de los años cuarenta. En torno a estos escritos se han desarrollado centenares de trabajos: artículos, tesis, traducciones…, y no siempre desde la misma perspectiva. Unos hacían hincapié en cuestiones arqueológicas o históricas, mientras que otros trataban de dilucidar el contenido literario o teológico de este descubrimiento. Con tanta riqueza bibliográfica existente, ¿cuál es la originalidad del presente artículo?

La principal novedad de este trabajo radica en mostrar el proceso de digitalización que han sufrido algunos de los textos más antiguos existentes y que más ríos de tinta han hecho correr. Esto, que puede parecer un acto banal, no lo es en realidad, puesto que para que el Estado de Israel, en colaboración con Google, se haya tomado tantas molestias para dar a conocer al mundo lo que podríamos definir simplemente como «unos manuscritos religiosos», indica que estos textos han suscitado enormemente el interés tanto de profanos de múltiples ideologías, como de expertos en la investigación bíblica y arqueológica.

Tal es revuelo causado por estos rollos que la prensa amarilla se ha encargado de crear un aura de sensacionalismo muy profundo. Existen afirmaciones descabelladas para dar y tomar: Desde que son unos manuscritos que pueden poner en peligro los cimientos de la Iglesia y desestabilizar el mundo Occidental, a los que van aún más allá al asegurar que en los rollos encontrados en Qumrán se halla codificado el futuro de la humanidad, las grandes crisis en las que nos hallamos envueltos actualmente y nuestro destino final (Baigent y Leigh, 2007). Nada más lejos de la realidad.

Por eso mismo, antes de tratar el tema de la digitalización, es necesario presentar una desmitificación de todas estas teorías propias del best-seller de turno. Para ello hay que conocer el descubrimiento de los manuscritos en sí, su antigüedad, contenido y autoría, para aclarar al lector no especializado qué es lo que contienen realmente los comúnmente conocidos «manuscritos del mar Muerto».

2. Los descubrimientos de Qumrán

Actualmente se da por sentado que fueron un grupo de beduinos de la tribu ta´amireh los que encontraron los primeros rollos en invierno de 1946 o primavera de 1947. Este hallazgo tuvo lugar en una cueva situada en la orilla noroccidental del mar Muerto, cerca del enclave que las tribus beduinas llaman en árabe Khirbet Qumrán (ruinas de Qumrán)

Según la versión oficial, el beduino Mohammed Adh-Dhib, él y dos compañeros suyos, encontraron en dicha cueva diez jarrones. En uno de ellos encontraron tres manuscritos en hebreo escritos en cuero. Ni más ni menos que una copia completa del libro bíblico del profeta Isaías, un pesher[1] del libro bíblico del profeta menor Habacuc, y un texto desconocido titulado La Regla de la Comunidad.

Días después, los beduinos volvieron y encontraron cuatro pergaminos más, tres en hebreo y uno en arameo. Dichos textos son otra copia (en este caso fragmentada) del libro de Isaías, un rollo de contenido escatológico (conocido oficialmente como Regla de la Guerra o La Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas), un manuscrito con himnos (en hebreo Hodayot), y una versión apócrifa del Génesis en arameo.

Tratando de conseguir algo de dinero, los beduinos vendieron los manuscritos a dos anticuarios de Belén: Khalil Iskander Shahin y Faidi Salahi. En julio, cuatro de los siete manuscritos fueron comprados por el archimandrita (abad superior al rango de obispo en las iglesias ortodoxas) Mar Atanasio Y. Samuel, del monasterio sirio-ortodoxo de San Marcos, en la ciudad vieja de Jerusalén, por la irrisoria cifra de veinticuatro libras esterlinas. A finales de ese año, y tras auténticas peripecias debido a la tumultuosa e inestable situación de Palestina, el arqueólogo E. L. Sukenik, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, adquirió para dicha institución los tres rollos restantes.

A principios de 1948, el archimandrita se puso en contacto con el profesor Sukenik y con John C. Trever del American School of Oriental Research (ASOR) para certificar la autenticidad de los textos. Esta fue la primera ocasión en la que los manuscritos fueron fotografiados. Sin embargo, durante el período de la guerra de Independencia, a lo largo de ese mismo año, fueron sacados de Jerusalén por Mar Samuel, exponiéndolos en Estados Unidos durante 1949-1951 en numerosas galerías de arte con el objetivo de venderlos.

Al fracasar en su empresa, el archimandrita decidió guardarlos hasta el 1 de junio de 1954, fecha en que anunció a través de The Wall Street Journal su venta: «Los cuatro rollos del mar Muerto. Se venden manuscritos bíblicos que datan al menos de 200 a. C. Serían un regalo ideal para una institución educativa o religiosa por parte de una persona o una colectividad». (DeSalvo, 2008: 40)

Afortunadamente, y como si de un acto del destino se tratase, Y. Yadín, hijo del profesor Sukenik, se encontraba en Estados Unidos, por lo que pudo adquirir los manuscritos en nombre del Estado de Israel por la nada despreciable suma de 250.000 dólares, y devolverlos a su lugar de origen a comienzos de 1955. Así fue como los siete manuscritos iniciales volvían a estar unidos. Aprovechando que se hacía público tal acontecimiento, el Gobierno de Israel decidió crear en febrero de 1955 la Fundación del Santuario del Libro, parte del Museo Nacional de Israel y encargada de la preservación, estudio y exhibición de los textos.

Entre 1957 y 1965, los siete rollos fueron exhibidos en una diminuta sala del sótano del edificio de la administración de la Universidad Hebrea de Jerusalén, hasta ser finalmente trasladados a su lugar de exhibición permanente, en el Santuario del Libro, museo de original arquitectura, pues su estructura es similar a la de las vasijas en las que se encontraron los manuscritos. Durante muchos años, visitar este museo ha sido la única opción posible para contemplar uno de los mayores logros arqueológicos de todos los tiempos, y el que más repercusión ha tenido en el s. XX. Hasta ahora.

Sin embargo, antes de adelantar acontecimientos, es preciso situarse una vez más a finales de los años cuarenta: Una vez terminada la Guerra de Independencia y estabilizada la situación política, fue posible comenzar a explorar la caverna encontrada por los beduinos. La región de Judea (incluyendo Qumrán) había pasado a manos jordanas tras la guerra, por lo que fueron G. Lancaster Harding, director del Departamento de Antigüedades de Jordania, y el padre dominico Roland de Vaux, director de la Escuela Bíblica Francesa de Jerusalén, quienes llevaron a cabo la prospección arqueológica de lo que hoy se conoce por los expertos como «cueva 1». En esta expedición, los arqueólogos hallaron cerca de seiscientos fragmentos provenientes de setenta manuscritos, porciones adicionales de los siete rollos originales, así como cincuenta piezas de cerámica y telas empleadas para proteger los rollos.

A partir de entonces, comenzó una competición entre arqueólogos y beduinos para hallar nuevas cuevas con otros manuscritos. Gracias a los esfuerzos de ambas expediciones enfrentadas, entre 1952 y 1956 se hallaron en la zona de Qumrán diez cuevas más con diversos artefactos y documentos (mayormente pergaminos, papiros y óstracas) en hebreo, griego y arameo. En este enfrentamiento arqueológico terminaron imponiéndose los beduinos frente a los arqueólogos occidentales[2], aunque podría decirse que el auténtico ganador fueron todos aquellos interesados por acercarse de primera mano a un período tan ignoto como es el de la ocupación romana en Palestina.

En 1952, los beduinos descubrieron la «cueva 2» (con fragmentos de 33 manuscritos), la «cueva 6» (con fragmentos de 31 manuscritos, escritos principalmente en papiro), y la joya de la corona de Qumrán: la «cueva 4» (con 15.000 fragmentos de aproximadamente 550 manuscritos, escritos en hebreo, arameo y griego). Los hallazgos finalizaron en 1956 con la «cueva 11» (poseedora de 25 manuscritos, en algunos casos casi completos, siendo uno de los más famosos el Rollo del Templo).

Por otra parte, los arqueólogos hallaron en 1952 la «cueva 3» (con unos catorce manuscritos fragmentados y un manuscrito casi completo: el Rollo de Cobre[3]) y la «cueva 5» (con veinticinco manuscritos). Entre 1953 y 1955 hallaron las conocidas como «cuevas menores», en las que había muy poco material y todo muy fragmentario: en la «cueva 7» había 19 manuscritos en griego, en la «cueva 8» se encontraron 5, en la «cueva 9» solamente un papiro sin identificar y en la «cueva 10» se hallaba una pieza de cerámica escrita.

Tras años de expediciones, beduinos y arqueólogos descubrieron entre 1947 y 1956 cerca de 850 manuscritos de muy diverso contenido, en un estado de conservación muy irregular, escritos a su vez sobre distintos materiales y en varias lenguas, en un total de once cuevas cercanas a Khirbet Qumrán[4].

A pesar de los continuos esfuerzos llevados a cabo por los arqueólogos y beduinos, desde 1956 no se han hallado nuevos manuscritos en la zona, pero sí otras cuevas con artefactos de la época.

3. La autoría de los manuscritos

Para estar completamente seguros de la autenticidad y antigüedad de los textos, fue necesario llevar a cabo diferentes procedimientos de datación, los cuales comenzaron en 1949 y terminaron en 1991. Después de todos estos años, y gracias especialmente a la técnica del carbono 14 (C14)[5] y a la datación espectométrica[6] fue posible distinguir tres períodos paleográficos de los rollos: el período arcaico (250-150 a.C.), el asmoneo (150-30 a.C.) y el herodiano (30 a. C.-70 d.C.). Por lo tanto, de esta manera se pudo establecer de manera definitiva que los rollos hallados en Qumrán se remontan a los últimos siglos de la época del Segundo Templo, también conocida como época helenístico-romana (s. III a.C.- s. I d.C.).

Llegados a este punto, hay que formular una serie de preguntas que son fundamentales para entender la importancia del hallazgo de los manuscritos: ¿Quién los escribió?, ¿por qué fueron escondidos en cuevas del desierto? ¿vivió alguien en Qumrán?, y de ser así, ¿acaso los moradores de Qumrán fueron los mismos que escribieron y ocultaron posteriormente los rollos?

Para tratar de responder a tan complejos interrogantes, el enfoque basado en analizar las características de los rollos y de las ruinas por separado, como si ambos hallazgos no estuvieran ligados, es de lo más acertado, pues así se evita que la interpretación de uno influya en el otro (Roitman, 2006: 36). Una vez dilucidado el carácter de ambos, llega el momento de comparar las conclusiones obtenidas en ellos, con la finalidad de comprobar si existen correspondencias. De esta manera se previene cometer un error común entre los investigadores, consistente en suponer de antemano el vínculo entre manuscritos y ruinas, y a partir de ahí, lanzar sus hipótesis.

3.1. El contenido de los manuscritos

Resulta muy notable que los numerosos manuscritos encontrados presenten un carácter tan homogéneo. El tipo de literatura encontrada es eminentemente bíblica: la cuarta parte de todo el material encontrado son escritos bíblicos, ya sean copias de libros del Antiguo Testamento u obras que parafrasean y comentan las Escrituras.

Aun en el caso de las obras que podrían clasificarse como «no bíblicas» (textos legales, poéticos, escatológicos, apócrifos, astronómicos, litúrgicos, calendarios y horóscopos), la relación con la religión judía es muy fuerte. Por eso mismo apenas se puede afirmar que existen textos qumránicos no relacionados con la Biblia.

Esta orientación religiosa se ve reafirmada por el hecho de que apenas existen obras profanas (cartas, cuentas o contratos). Esta homogeneidad de textos lleva a la siguiente conclusión: Los rollos del mar Muerto no forman parte de un depósito o genizah (depósito de libros en desuso que se ocultaba en las sinagogas). En realidad se trata de una «biblioteca» con una unidad temática muy clara.

No hay dudas acerca de la relación orgánica de esta colección de obras, puesto que los materiales procedentes de cada cueva poseen un perfil idéntico (exceptuando la «cueva 7»). Las obras bíblicas[7] tienden a estar juntas, lo mismo que la literatura apócrifa (Tobit[8], Henoc o Jubileos) y las obras sectarias (el Comentario de Habacuc o la Regla de la Comunidad). También refuerza esta creencia de «biblioteca» el hecho de que algunos manuscritos provenientes de distintas cuevas han sido redactados por el mismo escriba.

¿A quién pertenecían todas estas obras? ¿A un individuo o a un grupo? En este caso, la respuesta es sencilla: viendo el elevado número de manuscritos hallados en las distintas cuevas, siendo muchos de ellos copias de una misma composición, la única respuesta verosímil consiste en afirmar que la «biblioteca» de Qumrán pertenecía a una comunidad muy concreta.

El carácter de dicha comunidad se encuentra muy definido porque casi un tercio de los textos hallados son de carácter sectario, encontrándose en ellos una ley religiosa muy distinta de la del resto del judaísmo. Algunas de estas particularidades son la existencia de un calendario solar, distinto al de sus contemporáneos, y novedosas concepciones teológicas como la creencia en la predestinación. A todo esto hay que añadir el hecho de se puede observar la existencia de una comunidad estructurada, jerarquizada y convencida de ser el verdadero Israel, los únicos merecedores de ser salvados el día del Juicio. Se hallaban separados del resto del judaísmo y su hostilidad hacia aquellos que no comulgaran con sus creencias era atroz (Roitman, 2006: 77-79).

La pertenencia de los manuscritos a un grupo sectario es la que permite explicar por qué no hay en esta «biblioteca», textos que ilustren pensamientos o leyes pertenecientes a otros grupos del judaísmo de la época. Como bien ilustra la investigación sociológica, una secta se caracteriza por su falta de tolerancia a principios, leyes o creencias distintas a las de su propio grupo (Canteras Murillo, 2004: 173-194).

El carácter sectario de la comunidad qumranita también permite confirmar la antigüedad de las obras apócrifas halladas (remontándose algunas a antes del s. II a.C.) pero esto no significa que el contenido de ellas coincida completamente con dicho carácter. Al contrario, es posible encontrar en los escritos pequeñas diferencias tanto ideológicas como legales, lo cual podría deberse al hecho de que son textos pertenecientes a diferentes estadios en la formación de la secta. Pese a todo, la ideología teológica, el calendario religioso y las normas legales poseen todas la misma raíz.

En conclusión, los textos de Qumrán reflejan una vertiente de la religión judía muy particular, de carácter elitista, pero con grandes afinidades a la literatura bíblica, base de la comunidad que los escribió.

3.2. El descubrimiento de las ruinas

Tras las excavaciones llevadas a cabo por los beduinos y arqueólogos, De Vaux llegó a la conclusión de que junto a las cuevas estaban situados una serie de emplazamientos que sirvieron como centro de residencia para una comunidad de individuos. Esta afirmación se fundamenta en el hecho de que las investigaciones habían revelado espacios de utilidad pública, tales como almacenes, talleres, caballerizas, depósitos e incluso salas de reunión, cocinas y comedores. Concretamente en estas últimas se hallaron cerca de mil piezas de cerámica, entra las que se incluyen utensilios de cocina.

Al mismo tiempo, los habitantes de las cuevas habrían tenido una preocupación enorme por la pureza ritual (García Martínez, 1997: 165-186). Esto se puede deducir por la presencia de numerosas pilas de agua. El cuidado por este tipo de pureza explica la presencia de un taller de alfarero y de hornos para la producción de cerámica, puesto que así se asegurarían los habitantes del lugar de que ningún individuo ajeno a ellos entraría en contacto con sus instrumentos.

La necesidad de mantenerse a distancia de los extraños también explicaría la elección del lugar, ya que el complejo se halla en una zona solitaria, con un único camino como acceso. Todo esto indicaría que la intención de los miembros de la comunidad sería llevar una vida retirada, evitando cualquier contacto con el exterior.

Este carácter exclusivo se refuerza una vez más con el descubrimiento en las inmediaciones de las cuevas de un cementerio con 1.200 tumbas enterradas individualmente, mirando al norte, siendo la mayoría de los esqueletos de sexo masculino.

Como puede observarse, los datos arqueológicos indican, al igual que el contenido de los textos, que las cuevas de Khirbet Qumrán habrían servido como centro de un grupo sectario, aislado y enormemente preocupado por cuestiones como la pureza ritual.

3.3. La conclusión aportada por los datos

Según la información obtenida del estudio de los manuscritos y las ruinas, ha llegado el momento de comparar ambos resultados para verificar la existencia de una comunidad religiosa de tendencias sectarias.

El mejor ejemplo que se puede mostrar es la significativa correspondencia entre las numerosas piletas halladas y la información aportada por los rollos, según la cual, las cuestiones de pureza y ablaciones ocupaban un papel central en el contenido legal y teológico de los manuscritos. Tal es el caso del siguiente fragmento que versa sobre las condiciones requeridas para participar en las comidas:

… todos los impuros temporales, en el día de su purificación, se bañarán y lavarán (sus vestidos) en agua y serán puros… Después comerán su pan de acuerdo con la ley de la pureza. ([4Q514], fragmento. 1, I, 5-6)[9]

Esta conclusión, a la que De Vaux y sus investigadores llegaron al sintetizar datos textuales y arqueológicos, es la aceptada por la mayor parte de la comunidad científica. No obstante, recibió severas críticas al no haber encontrado ningún manuscrito en los lugares de residencia de la comunidad. Casualmente, y casi por azares del destino, en febrero de 1996, una expedición de la Universidad de South Florida halló en las ruinas una óstraca (Doudna, 2004: web). Según los paleógrafos F.M. Cross y E. Eshel, este texto sería un borrador de un documento de cesión de bienes, en el que un individuo llamado Honi le habría cedido a Eleazar ben Nahmani su esclavo Hisdai y sus bienes, en cumplimiento de su voto a la comunidad.

Un último apunte: si se tiene en cuenta que, según los investigadores, el nombre técnico de la comunidad es yahad, apelativo conocido a través de los rollos, y que dicho término se halla también en la óstraca, no hay más remedio que confirmar la relación entre las «cuevas/biblioteca» y las «ruinas/residencia» (Roitman, 2006: 46).

Llegados a este punto, únicamente debe plantearse un último interrogante: ¿quién era este grupo sectario?

3.4. La identidad de la comunidad. Diferentes teorías

Numerosas hipótesis se han lanzado a lo largo de los años para resolver la cuestión de quienes habitaron Qumrán. Hay que recordar que el período cronológico es la época final del Segundo Templo, también conocida como época helenística-romana. Tomando dicho período como punto de partida, los investigadores han seguido dos enfoques totalmente opuestos.

En primer lugar, encontramos la teoría de que el grupo de sectarios de Qumrán sería un grupo totalmente desconocido (Talmon, 1990: 157-185) del que no ha habido testimonio alguno hasta el descubrimiento de los manuscritos. Por eso mismo, para él sería inútil tratar de identificar a la comunidad con alguno de los grupos religiosos de la época.

Sin embargo, la gran mayoría de investigadores se ha apartado de la teoría de Talmón, afirmando que los manuscritos y las excavaciones, junto con los datos proporcionados por historiadores contemporáneos como Flavio Josefo o Plinio el Viejo, las fuentes rabínicas, los escritos neotestamentarios y patrísticos, permiten situar a la secta de Qumrán entre los grupos existentes en el judaísmo de la época. Cuatro eran los principales movimientos religiosos que pueden corresponderse con el carácter de la secta, pues hay que aclarar a los no expertos en la materia, que el judaísmo de aquellos siglos no era una religión unificada. Eso no tendría lugar hasta la época rabínica (en torno al año 80-135 d.C.), heredera de los círculos farisaicos.

Yendo de la teoría menos probable a la que más, en primer lugar se encuentra la hipótesis zelota. Según C. Roth (1958) y G. R. Driver (1965), los habitantes de Qumrán habrían pertenecido a esta rama del judaísmo, conocidos por el Nuevo Testamento y las fuentes históricas como los fanáticos que formaron el núcleo de las revueltas judías en la guerra contra Roma (66-73 d.C.). Roth incluso llegó a afirmar que el misterioso «Maestro de Justicia», uno de los enigmáticos personajes que aparece en varios de los manuscritos hallados, era Menahem ben Juda, uno de los primeros jefes zelotas durante la guerra, y el «Sacerdote Impío», opuesto al anterior, como Eleazar ben Hananía, capitán de la guardia del Templo (Roitman, 2006: 49).

Según estos investigadores, el contenido de los rollos se aplicaba al contexto de la guerra contra Roma. Sin embargo, teniendo en cuenta los conocimientos posteriores y la antigua datación de algunos manuscritos, esto es francamente inaceptable.

La siguiente tesis propuesta viene de manos de Ch. Rabin (1957) (Hurst, 1999: 157-180), quien identificó a los sectarios con los fariseos, grupo de eruditos que consideraban a la Ley Oral[10] un complemento y continuación de la Torah. Según Rabin, las normas legales de los sectarios de Qumrán se asemejaban enormemente a la de los fariseos, por lo que comunidad de Qumrán sería una primitiva comunidad farisaica. No obstante, existen diferencias sustanciales que echan por tierra esta propuesta. La principal diferencia radica en que el fariseísmo tiene elementos laicos en su concepción, mientras que la comunidad sectaria otorga un papel central al sacerdocio. Además, el calendario fariseo era de índole solar-lunar, mientras que el sectario era exclusivamente solar.

La hipótesis saducea (North, 1955: 164-188), cobra más fuerza que las anteriores al estar imbuidos los saduceos de un carácter eminentemente elitista. Se trataba de un grupo aristocrático vinculado a los sacerdotes del Templo de Jerusalén. Para North, los saduceos y los miembros de la comunidad coincidían en su carácter conservador y sacerdotal. No obstante, las fuentes clásicas no recogen en ningún momento que los saduceos estuvieran organizados de manera similar a los sectarios. Del mismo modo, sería totalmente contradictorio vincular a los saduceos, involucrados con el sacerdocio del Templo de Jerusalén y los vaivenes de la política, con los sectarios, opuestos de manera acérrima al culto oficial, como bien se puede inferir de los textos.

Por último, llegamos la tesis más comúnmente aceptada por el mundo académico: la esenia. La idea de que la secta haya sido esenia se remonta al profesor Sukenik, quien escribió en su primera publicación del material, en 1948: «Yo me inclino a suponer que la genizah pertenecía a la secta de los esenios» (Roitman, 2006: 51).

La hipótesis se basa en la relación existente entre la información de las fuentes clásicas (DeSalvo, 2008: 102-104): el filósofo judío Filón de Alejandría [¿20 a.C.?-50 d.C.], el historiador judío Flavio Josefo [¿37- 96 d.C.][11] y el naturalista y también historiador Plinio el Viejo [?-78 d.C.][12]. Tampoco puede olvidarse la información contenida en los manuscritos sobre el propio grupo, autodenominados como Yahad, `Edah, «hijos de Zadok», «hijos de la luz», «pobres», «simples», «piadosos» o «miembros de la nueva alianza (Roitman, 2006: 51).

En ambos grupos de fuentes pueden hallarse semejanzas significativas, como por ejemplo, la organización comunitaria, la importancia del sacerdocio, el proceso de admisión en la secta, las doctrinas religiosas, e incluso algunos detalles legales como el rechazo del uso del aceite.

Pese a todo, no existe un paralelismo absoluto entre las fuentes clásicas y el contenido de los rollos. La existencia del calendario solar o el dualismo cósmico y psicológico que aparecen en los rollos no hacen acto de presencia en las fuentes históricas. Esto puede deberse a factores como el desconocimiento de algunos detalles por parte de los historiadores, o la omisión voluntaria debido al carácter hermético de los esenios.

Sin embargo, un último elemento que puede resultar decisivo para identificar a los esenios con la comunidad sectaria es que Plinio sitúa a los esenios con la ciudad de Engedi. De esto se puede deducir que el historiador conocía la existencia de esenios en el área noroeste del mar Muerto, único lugar en el que se han encontrado ruinas de viviendas en los alrededores.

A raíz de este último dato, la mayoría de investigadores concuerdan en identificar a los esenios con los habitantes de Qumrán, considerando esta teoría como la más idónea y sustancial hasta la fecha.

4. El escándalo de la publicación de los manuscritos

Como se indicaba al inicio de este estudio, los manuscritos del mar Muerto han generado una enorme controversia desde su descubrimiento y las especulaciones en torno a su naturaleza misteriosa han sido constantes. El principal apoyo de todos aquellos que opinan que los rollos esconden secretos que podrían sacudir los cimientos de la civilización se ampara en la lenta edición y publicación de los textos. Sin embargo, para desgracia de los amantes de las conspiraciones, dicha lentitud se debe a factores más mundanos: cambios en la política editorial, tiempo disponible para investigar, dificultades para descifrar los textos… Aunque hasta 1967 el ritmo de publicaciones fue bastante regular, a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta solo vieron la luz los fragmentos arameos del libro apócrifo de Henoc (Milik, 1976) el Rollo del Templo, y algunos volúmenes de la serie oficial de Oxford. El motivo de esta caída de ritmo hay que rastrearla precisamente en 1967, justo tras la Guerra de los Seis Días. Al terminar dicho conflicto, el Museo Arqueológico Palestino y todo su contenido (incluidos los manuscritos) pasaron a manos israelíes, pero no se produjeron cambios en el trabajo y publicación hasta la muerte del padre De Vaux en 1971, el cual fue sustituido por el profesor J. Strugnell. A partir de ese momento, solo se permitía trabajar con los documentos a aquellos investigadores y alumnos «de confianza» para la nueva dirección, alimentando así el descontento de todos los estudiosos a quienes no se les permitía el acceso libre tanto a las fotografías como a los rollos.

La consecuencia de todo esto no se hizo esperar: Críticas justificadas hicieron eco en revistas y periódicos a comienzos de la década de los noventa (Shanks, 1991: 66-71), exigiendo la disposición de los materiales a toda la comunidad científica internacional. Fue en esta atmósfera tensa en la que se fraguaron las primeras teorías conspiratorias debido a la actuación de la prensa sensacionalista. Gracias a esta presión internacional, la política del Museo de Israel fue finalmente alterada, permitiendo que las fotografías de los fragmentos estuvieran a disposición pública. Desde aquel momento, el material se fue difundiendo en una edición de microfichas (1995), en una serie de CD-Roms de la Universidad de Oxford (1997) y en una base de datos del Maxwell Institute de Utah (1999). Aún así, pocas eran las alternativas existentes para acercarse a estos textos. Hasta hace escasos años.

5. El proceso de digitalización

A finales de septiembre de 2011, el Museo de Israel y Google presentaron una iniciativa de la que se venía hablando desde hace relativamente pocos años (Hazan, 2008, web), que en este caso sí que sacudiría los cimientos del mundo académico interesado en estos estudios. Uno de los patrocinadores del Santuario del Libro y fundador del Center for Online Judaic Studies (COJS), el empresario neoyorquino George Blumenhal, fue el que sugirió a ambas entidades el proyecto. El gigante norteamericano acordó con el departamento israelí de Antigüedades llevar a cabo un proyecto valorado en 3,5 millones de dólares por medio del cual estuvieran disponibles a través de Internet la totalidad de los manuscritos (casi 900 fragmentos) en un plazo máximo de cinco años. A lo largo del proyecto, el Museo será siempre el encargado de captar las imágenes en alta definición, para lo cual está empleando una tecnología multiespectral desarrollada por la NASA. Gracias a esto, los investigadores esperan arrojar nueva luz a información que ha pasado inadvertida al ojo humano durante años.

Si se consulta la dirección web en la que se hallan alojados los manuscritos, los internautas comprobarán que actualmente solo están presentes los siguientes textos: El rollo de Isaías, el rollo de la Guerra, el comentario al rollo de Habacuc, el rollo del Templo y el rollo de la Comunidad. ¿Por qué se ha decidido comenzar el proyecto con estos escritos en particular? La respuesta es obvia: se trata de los rollos mejor conservados y los que más información pueden aportar tanto a los especialistas como al público en general en lo referido al estudio de los textos bíblicos y en el de dar a conocer a la comunidad de Qumrán. De esta manera es más fácil abrir una nueva dimensión frente a las traducciones, corrupciones e interpretaciones de textos judeo-cristianos existentes. Casi se podría decir que los textos bíblicos del mar Muerto son fundamentales para entender las lecturas bíblicas “actuales”, puesto que no solo se trata de versiones más antiguas que las que se conocía hasta entonces (superando al Códice de Alepo, datado en el 930 d. C.), sino que su contenido es más completo, careciendo de las corrupciones e interpretaciones de siglos posteriores. Además, el estudio de todos los manuscritos (no solo los bíblicos) permite conocer con gran detalle un contexto histórico convulso y difuminado por los textos bíblicos “tradicionales” y los retazos de información proporcionados por Flavio Josefo y Plinio el Viejo.

Para situar los manuscritos en internet, el director y responsable de contenidos del Santuario del Libro, Adolfo Roitman dedicó seis meses a transcribirlos, añadiendo información básica e introductoria sobre el descubrimiento, la arqueología de las cuevas y las teorías acerca de la comunidad. Todo esto aparece mediante una batería de elementos audiovisuales, empezando por unos breves vídeos (de entre uno y dos minutos de duración, en inglés). A ellos les acompaña una versión en texto con una descripción más detallada (también en inglés, pero se pretende añadir más idiomas en el futuro). Por su parte, los manuscritos pueden ser ampliados hasta los 1.200 megapíxeles, algo que según Roitman, solo es posible gracias a la tecnología de Google, siendo este uno de los principales motivos por los que escogieron a esta empresa para llevar a cabo el proyecto[13]. Mientras los ingenieros de Google desarrollaban la plataforma en la que se iban a alojar las digitalizaciones, el fotógrafo israelí Ardon Bar Hama fue el encargado de tomar las imágenes de los rollos.

Al mejorar la visualización de los textos, se permite algo impensable hace diez años: ver los textos mejor que en sus versiones originales (en el caso del rollo de Isaías se pueden observar fallos ortográficos, correcciones y notas marginales realizadas por el escriba, antes casi imperceptibles).

Sin embargo, hubo ciertas discusiones entre Google y el Santuario del Libro respecto a la visualización de los textos. Mientras que Google pretendía que el lector accediera a los rollos como si de Google Earth se tratara, Roitman y los suyos buscaban dar la sensación de estar ante un rollo auténtico y no ante una pantalla de ordenador, es decir, conseguir una mayor verosimilitud y realismo para reflejar la manera tradicional de leer los textos bíblicos. Este es un concepto que puede resultar poco evidente para el no judío, pero la fe mosaica mantiene este hábito de lectura desde siempre. Finalmente prevaleció la alternativa de Roitman, respetando así la lectura tradicional.

Google no solo permite aumentar o disminuir la imagen del texto, sino también buscar la sección deseada del rollo, pudiendo hacer búsquedas por columnas o incluso por capítulos y versículos (únicamente si tiene correspondencias con algún texto bíblico tradicional).

No obstante, el gran impedimento del proyecto es la barrera del idioma. Los hablantes nativos de hebreo en todo el mundo suman un total de ocho millones, una cifra no muy elevada y que restringiría en gran medida el disfrute y estudio de los manuscritos a un público muy reducido. Por eso mismo el Museo de Israel ha optado por la posibilidad de acceder a traducciones para todos aquellos que no hablen hebreo. De esta manera, si seleccionamos una parte concreta de un manuscrito podremos acceder a una traducción al inglés de la versión tradicional. Sin embargo, esto genera a su vez otro problema: La versión masorética (estándar) no se corresponde exactamente con los textos de Qumrán, por lo que nos encontraríamos ante una confusión. No se estaría leyendo realmente un manuscrito del mar Muerto, sino un texto bíblico “tradicional”, falseando así su contenido.

Afortunadamente, gracias a la colaboración del profesor Peter Flint, del Instituto de Qumrán del Western Trinity University de Vancouver y al profesor Eugéne Ulrich de la Universidad de Notre Dame se ha podido solventar este problema. Ambos estudiosos son los encargados actuales de la serie de Oxford del mar Muerto, la cual contiene la edición científica de los manuscritos, con sus correspondientes traducciones, algunas de ellas aún sin publicar. Son dichas versiones las que hacen acto de presencia en el proyecto, existiendo la posibilidad de compararlas con la versión masorética, observando así sus diferencias. Ambas aparecen confrontadas en la misma pantalla, indicándose en cursiva cuando hay diferencias entre ambos textos. De esta manera, hasta el lector sin conocimientos de hebreo podrá entender los textos y observar las diferencias existentes. De momento, esto esta disponible únicamente con el texto de Isaías, pero se espera que en el futuro se aplique al resto de rollos.

La segunda etapa del proyecto, una vez terminada la digitalización de todos los manuscritos consistirá en seguir incorporando traducciones a otras lenguas, junto con más explicaciones acerca del contenido de los mismos y aportar más material fotográfico.

6. La repercusión de la digitalización y su futuro

El estudio de los manuscritos del mar Muerto se halla en una situación impensable hace diez años. Dentro de muy poco tiempo ya no habrá necesidad de desplazarse al campus de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Givat Ram, lugar en el que los textos reposan desde 1957[14], ni consultar microfichas o CD-ROM. Podremos acceder al mayor descubrimiento arqueológico del s. XX con tan solo hacer “clic” en un ordenador con conexión a Internet. Seguramente todo esto resulte a los investigadores más veteranos como algo cercano a la ciencia ficción.

Gracias a este proyecto será mucho más sencillo ilustrar clases, ahondar en investigaciones y contemplar las imágenes originales. Además, esto no solo aporta ventajas académicas, sino también personales. Aparte de la más que obvia importancia científica, histórica y arqueológica, los textos poseen un innegable valor religioso. Nos permiten mostrar a todos aquellos que se dejan llevar por la vertiente más fanática de la religión que los principales credos monoteístas poseen tradiciones que entroncan con el contenido de los textos, uniéndolas de raíz, enfatizando en lo que hay en común, lo cual puede ser de gran ayuda en la búsqueda del diálogo y el respeto, tan difícil de alcanzar en la zona de Oriente Próximo desde tiempos inmemoriales. Una de las consecuencias directas de la ingente actividad llevada a cabo por Google y el Santuario del Libro es poder mostrar la verdadera naturaleza de uno de los tesoros más grandes de la historia, convertido ya en icono de la cultura universal. Aunque su «leyenda negra» haya tenido que contribuir a ello.

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Caracteres nº1

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Notas:    (↵ regresa al texto)

  1. Un pesher (deriva de la raíz hebrea  פשר, que significa «interpretar») es un comentario de textos religiosos judíos disponible solo para los expertos en la materia. Generalmente se utilizaban para introducir un fragmento de las Escrituras y hacer referencia con él a la historia presente, subordinando el sentido y el contexto original a un significado actualizado (Brooke, 1979-1981: 483-503).
  2. La competición entre ambas expediciones no se centró exclusivamente en el área de Qumrán, sino en toda la región del desierto de Judea y Samaria. Esta fructífera lucha permitió que se encontraran otros textos ajenos a Qumrán, como los papiros de Samaria o Wadi Daliyeh (procedente del árabe «lecho del río seco»), los manuscritos de Masada, de Murabb´at, de Nahal Hever (del hebreo «río Hever»), de Wadi Seiyal, de Nahal Mishmar y de Khirbet Mird.
  3. El Rollo de Cobre es el único manuscrito de Qumrán escrito sobre planchas de dicho material, y detalla una lista de tesoros ocultos diseminados por todo Israel. Obviamente, esto ha despertado el interés de investigadores y curiosos.
  4. A excepción de los siete manuscritos en manos del gobierno israelí, todos los materiales encontrados en las cuevas entre 1952 y 1956 tanto por beduinos como arqueólogos, fueron depositados en el Museo Arqueológico Palestino (renombrado luego como Museo Rockefeller), bajo la custodia del Departamento de Antigüedades de Jordania, hasta que en 1967, tras la Guerra de los Seis Días, el museo pasó a manos de Israel. Hoy en día están todos los rollos en posesión del Estado de Israel salvo el Rollo de Cobre y fragmentos de la «cueva 1», en posesión de Jordania. Otros manuscritos diseminados por el mundo se hallan en la Biblioteca Nacional de París, en las universidades de Chicago y Heidelberg, y en manos de un coleccionista privado.
  5. A lo largo de su existencia, los seres vivos acumulan C14 en su organismo. Al morir, el depósito de estos átomos radioactivos cesa y comienza un proceso de desintegración muy lento. La vida media del C14 es de 5.730 años. Cada vez que transcurre ese período de tiempo, el C14 se ve reducido a la mitad. Así es posible determinar la edad de un material orgánico según la cantidad establecida de C14.
  6. Esta técnica desarrollada en 1987 superó a la del C14, ya que la cantidad necesaria de material que había que destruir para el análisis radiocarbónico era únicamente de 0,5-1 milímetros de carbón, mucho menor que con el C14.
  7. En Qumrán se han encontrado numerosas copias de todos los libros de la Biblia, a excepción del libro de Ester, totalmente ausente. Probablemente se deba a que es el único libro del canon bíblico en el cual el nombre de Dios no aparece mencionado nunca.
  8. Se debe aclarar que ciertas obras, como el libro de Tobit o el Eclesiastés, son apócrifas para judíos y protestantes, mientras que para los católicos son canónicas.
  9. Los rollos de Qumrán se citan según las abreviaturas empleadas en la edición crítica de los manuscritos (DJD = Discoveries in the Judean Desert) siguiendo este orden: número de la cueva en donde se halló el fragmento, mención del lugar de origen (Q de Qumrán); título del texto o número del catálogo, y finalmente número de la columna y línea del texto.
  10. Complemento de la Torah (también conocida como Ley Escrita), encargado de aclarar preceptos ambiguos de esta.
  11. «En cuanto a los fariseos, afirman que ciertos acontecimientos son obra del Destino, pero no todos […]. La secta de los esenios, en cambio, declara que el Destino es señor de todas las cosas, y que nada acontece a los hombres si no es de acuerdo con su decreto. Pero los saduceos rechazan el Destino y sostienen […] que todas las cosas están dentro de nuestro poder[…]».
  12. «Del lado occidental del mar Muerto […] está la tribu solitaria de los esenios, notable por encima de las restantes tribus del mundo entero, pues no tiene mujeres y ha renunciado a todo deseo sexual, no tiene dinero y solo cuenta con palmeras como única compañía. Día a día la muchedumbre de refugiados es recibida en iguales cantidades, pues numerosas son las personas cansadas de la vida y empujadas allí por las mareas de la fortuna dispuestas a adoptar sus costumbres. Así, a lo largo de miles de años […] una raza en la que nadie nace, vive para siempre: ¡tan prolífico para su provecho es el cansancio de la vida de otros hombres! Bajo los esenios se hallaba antiguamente la población de Engedi, solo superada por Jerusalén en la fertilidad de su tierra y en sus bosques de palmeras, pero ahora, como Jerusalén, un montón de cenizas».
  13. Como bien indicó en la conferencia acerca de la digitalización de los manuscritos que tuvo lugar en la Universidad Hebraica de Mexico.
  14. Y del que rara vez salen, salvo en contadas exhibiciones, como cuando tuvo lugar la polémica exhibición que tuvo lugar en Roma en 1994. Además, en su desplazamiento los rollos nunca viajan juntos en el mismo avión, para que en caso de que suceda algún imprevisto durante el vuelo, este no les afecte a todos.

Caracteres. Estudios culturales y críticos de la esfera digital | ISSN: 2254-4496 | Salamanca