Asisto, con algo de sorpresa, al enésimo debate sobre leer en una tableta o leer en un lector electrónico. Por supuesto, no me sorprende que los evangelistas de uno y otro lado se enzarcen en una discusión tan poco fructífera, pero sí cómo los argumentos rozan lo absurdo. Ahora es el turno de la distracción digital.