Hastío ante la interfaz

Cuanto más pasa el tiempo y más uso internet y todo tipo de programas informáticos, videojuegos, etc., más noto que tengo una paciencia escasa con las interfaces que, en mi opinión, están mal planteadas. Así que no me molesto lo más mínimo en entender ni explorar esa multitud de opciones poco, nada o mal explicadas, y por supuesto navego menos en esas webs. No me vale la pena.

Lo que consideramos una interfaz mal estructurada varía mucho de una persona a otra. Solo así se entiende que haya gente que tenga webs con fondo negro y letras rojas, si se me permite la maldad. O que haya una botonera llena de iconos pequeños y extraños que, al pasar el ratón por encima, no nos dicen qué hacen. Otro caso es cuando se empiezan a meter cosas con calzador, publicidad mal integrada, y parece que lo importante es que todo se mueva, que los textos salgan cortados…

Esto me pasa últimamente sobre todo con Facebook. Es una red social que creo que se usa cada vez más por inercia (mis amigos ya están o lo necesito para mantener contactos profesionales) que por el placer de su experiencia, que no hace más que retroceder. Y eso que no es, ni de lejos, la peor. La usabilidad de la web empeora en sus cambios y muchas veces parece que la única intención es bombardearnos con pitidos, mensajitos flotantes y cosas que se mueven, una sobrecarga de información de baja calidad formal y estética cuestionable. Habrá un público que se sienta motivado ante la absurda búsqueda del estímulo excesivo que se lanza desde una web como esa, pero es agotador.

La estructura de la información de ese tipo de webs suele no responder a criterios de prioridad o potencial relevancia de la misma y nos obligan, porque siguen con esas ideas pasadas de rosca, de que es bueno tener que ir haciendo muchos clics, tener que cargar muchas páginas y pinchar en muchos lugares para no llegar a ningún sitio.

Y hay veces en las que, simplemente, uno no está para esas tonterías.

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