Por la normalización tecnológica

Sigue resultando curioso cómo la tecnofobia tiene todavía una fuerte presencia en determinados estratos de la sociedad de la cultura sin que, al menos de momento, no haya intención aparente de cambiar eso. Se produce así el choque de fuerzas entre corrientes renovadoras y conservadoras, un antagonismo que se repite mecánicamente, una y otra vez.

La creación de (un nuevo) Adán
La creación de (un nuevo) Adán

Como ha sucedido en situaciones afines en el pasado, los propios implicados no perciben como un problema el no estar en contacto con los cambios paradigmáticos. No nos puede extrañar: es una línea de pensamiento muy estandarizada y lo más probable es que en algún momento seamos nosotros las fuerzas de arrastre que luchan contra el cambio que esté por llegar. El ser humano es acomodaticio y, como animal de costumbres, cuando dominamos una parcelita de conocimiento preferimos que esta mantenga siempre su valor, importancia y estabilidad.

En esta ocasión, en los años en que vivimos, el mundo digital o de la sociedad de la información (y, con una nomenclatura todavía más reciente, del conocimiento), ha sido descrita en ocasiones  como un tercer entorno. Este tercer contexto se sumaría como una fuerza de oposición más que de complementación a los entornos sociales previos, nacidos de los espacios sociales clásicos (naturaleza y ciudad), que generan un entorno primario (agrario, ganadero, etc.) y uno secundario (mercantil, industrial).

Como apuntaba Echeverría allá por 2003 en su artículo «Cuerpo electrónico e identidad», aunque el canon de ideal intelectual se sitúa en la esfera del entorno secundario, en el tercer entorno hay gente que «puede ser analfabeta […] e incluso discapacitada, caso de que rechace las interfaces correspondientes (teléfono, ordenador, tarjeta de crédito, multimedia, consola de videojuegos, etc.) o sea incapaz de usarlas mínimamente».

El problema de fondo, en cualquier caso, es que a esta discapacidad no siempre se le intenta poner solución porque no se percibe como relevante para el establecimiento de unas habilidades culturales, y también porque el proceso de adaptación requiere una normalización tecnológica y de adquisición de conocimientos nuevos que no siempre se está dispuesto a asumir. Ese es el esfuerzo educativo de la sociedad del conocimiento, el pilar que debe asentarse con firmeza para sustentar el peso de los nuevos mecanismos informacionales y sociales y, sobre todo, para poder resistir los movimientos de una tierra que nunca está asentada del todo.

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