El rizoma que mató a Porfirio

La tecnología actual nos lleva a la conexión continuada a los dispositivos de información que canalizan el flujo de datos a través de internet y, como sabemos, todos esos aparatos que nos llevan hacia la conexión perpetua a las redes nos llevan al mundo de la infopolución, la sobreinformación del mundo actual. Nosotros también contribuimos a ella, en la medida en que las estructuras jerárquicas de la comunicación se han alejado del modelo de Porfirio.

Con los dispositivos actuales ya no somos solo receptores, sino también emisores de información conectados a la red y contribuimos, por tanto, al white noise de internet. Gracias a la tecnología actual es posible, en prácticamente cualquier circunstancia, realizar actividades de comunicación oral, escrita, la grabación y envío de vídeos, fotografías, etc., pues son objetos que acompañan al individuo potencialmente en todo momento, lo que no hace sino reforzar la cultura de la imagen y el espectáculo en la  que, retomando la ironía de Debord, «lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece», y que estableció allá por 1967 en su libro La sociedad del espectáculo.

Con todo, esa es una máxima de tintes paradójicos que responde bien a los medios jerarquizados, como la televisión, donde la estructura de emisión-recepción es piramidal y unilateral. Esto se aplica a la mayoría de los medios de comunicación tradicionales, incluso cuando han abierto sus espacios en gran medida, como los programas de radio que se sustentan en buena medida en las llamadas de los oyentes. En esos casos se sigue tratando, como mucho, de un espacio cedido de manera circunstancial, controlada y bajo unas determinadas circunstancias, a ese oyente. En cualquier momento se puede resintaurar la jerarquía, pues es solo una sensación de comunidad, no una auténtica horizontalidad del espacio comunicativo.

Retrato de Porfirio
Retrato de Porfirio

La visión de Debord, por tanto, no funciona en las mismas condiciones en la red en la medida en que esta es abierta y cuenta con un número de emisores de información potenciales igual al número de receptores por el papel dual del usuario en internet: cada persona es un nodo de información siguiendo el modelo de rizomas, pese a los intentos de acotación y control del flujo de la información que han surgido, con mayor o menor éxito, desde organizaciones y gobiernos. El modelo en el consumo cultural reside en que, como afirmaba Oleza en su artículo «El consumo de cultura en la era informacional», el usuario acaba perdiendo la conciencia del germen externo de lo creado pues las obras están al alcance de todo el que sepa acceder a ello, y eso implica también su duplicación. Pero esto, que Oleza indica en referencia a productos de las industrias culturales, es aplicable también a la difusión de la información.

El viejo paradigma jerarquizado es el arbor porphyriana, el árbol de Porfirio, y padre en muchos sentidos de las clasificaciones taxonómicas. La respuesta lógica de la obsesión del ser humano por encontrar orden en el caos dle mundo para poder abarcar mejor la realidad en la que se encuentra inmerso.

Frente a esa clasificación, la red rizomática traza una estructura en red no jerarquizada y sin un centro determinado. Cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro, de acuerdo al modelo epistemológico establecido por Gilles Deleuze y Félix Guattari, un modelo que, sobra decirlo, se ajusta como un guante a la construcción física de internet, pero también a los nodos informativos y de relaciones en los que se convierte cada uno de los usuarios. Y, como saben los biólogos, las plantas con rizomas son perennes.

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