Polimorfismo de la pantalla

Me hacía un colega recientemente una gran defensa de la búsqueda de una estandarización máxima de las pantallas en los dispositivos actuales con el objetivo de homogeneizar la representación visual en las mismas. Con todo, la capacidad polimórfica (y, sin embargo, tan poco explotada) de las pantallas es una bendición precisamente por lo que no deja de ser visto como un terrible inconveniente por quienes persiguen lo contrario: no ata a un formato específico.

Es posible que si trabajamos sobre métodos superados y caducos persigamos esa estandarización como vía para superar las diferencias en tamaño y resolución que muestran muchas de las pantallas portátiles con las que nos manejamos hoy en día. Incluso es posible que ese mismo problema nos persiga en el ordenador, pues aunque hoy en día lo normal es encontrar pantallas con formato 16:10 o 16:9 (ni siquiera en eso hay realmente un estándar definido) sigue habiendo monitores 4:3 en multitud de oficinas y despachos, por no hablar de la gente que tiene en su casa un monitor CRT con mucho culo pero plenamente funcional. De hecho, en varios sectores profesionales son muy apreciados por su plasmación del color. Y de las resoluciones, mejor ni hablar.

Flipboard en iPhone
Flipboard ejecutándose en un iPhone

La inmensa mayoría de los contenidos a los que accedemos hoy en día se generan automáticamente y tienen la capacidad de adaptarse a la pantalla en la que lo vemos, porque los programas toman la información de origen y son capaces de adaptarla a nuestro lector de feeds RSS incluso de maneras visualmente tan atractivas como las que ofrecen aplicaciones el tipo Flipboard y Zite en iPhone o iPad, incluso el dinámico Spout (que, por cierto, no reconoce ni la ñ ni otros caracteres). Muchos usuarios utilizan webs con servicios como los de Paper.li para transformar contenidos seleccionados a través de diversas fuentes en una representación virtual que busca imitar el diseño clásico de un periódico.

Esto es posible gracias a que la información se toma sin formato establecido en su origen de la misma manera que podría tomarse el RSS de este blog y leerse en un programa en el ordenador sin tener que pasar por el diseño de esta web. El diseño viene determinado por el que se ha creado solo en la medida en que lo consulto en su origen.

El blog en un iPhone
El blog en un iPhone

Claro que podríamos crear esta misma web usando tablas y formatos prefijados y no adaptables que harían que su lectura en otras pantallas resultara molesta. Hoy en día eso es un obstáculo totalmente superado (aunque siempre hay razones para complicarse la vida) sin necesitar muchos conocimientos técnicos y eso nos permite que la lectura de este blog en la pantalla de un iPhone no revista problemas. La barra lateral pasa a ocupar la parte inferior, el ancho se adapta al formato de pantalla del terminal y todo resulta legible y cómodo. No es el mismo diseño que vemos en un ordenador en sentido estricto porque fluye y se adapta a esta nueva pantalla. Cuando pasamos a un iPad se da también un proceso de adaptación en el que se aprovecha la mayor superficie útil de su pantalla para mejorar la legibilidad, algo lógico si tenemos en cuenta que pasamos de la pantalla de un móvil con 3,5 pulgadas (y que solemos usar en vertical) a una de 9,7 pulgadas con formato 4:3 que también solemos usar en posición vertical, proviniendo en su origen de un contenido ideado para ser visto en 16:9 en un monitor doméstico y que, de hecho, se hizo en una pantalla de 13,3″ y 1440×900 píxeles. Aseguro que no fue una experiencia traumática.

He leído y editado también libros electrónicos. En consecuencia, sé que si no estamos hablando de reproducir en un lector electrónico un simple PDF a partir de un original escaneado (normalmente con pobres resultados), lo que ejecuto en mi lector es un archivo (ePub, mobi, o incluso un simple archivo de texto plano sin formato) con los que el aparato puede alterar el tamaño de su tipografía, el espaciado entre líneas y otras opciones de lectura que muestran con total evidencia, una vez más, que el polimorfismo de la pantalla no es un problema. En un Kindle de 9,7 pulgadas puedo preferir un tamaño de letra diferente del que quiero ver en uno de 6 pulgadas así que lo modifico sin problemas porque la información que estoy reproduciendo es manipulable a ese nivel sin ninguna complicación.

Al cambiar el tamaño de la letra los párrafos se ajustan automáticamente, por lo que no se está dificultando la lectura ni mutilando el texto en modo alguno. Si el libro está bien formado, tampoco tendré problemas de ningún tipo con las imágenes (como, por ejemplo, una gráfica), ya que modificará su posición al igual que sucede con el texto. Es cierto, todo sea dicho, que si coloco imágenes flotantes en Word y luego eso lo convierto, por ejemplo, a ePub puedo obtener resultados desastrosos, pero el problema no está en el polimorfismo de la pantalla, sino en un uso erróneo de las herramientas y sus funciones. Tendría que haber usado una herramienta informática válida para editar ese texto y punto, o simplemente no poner imágenes flotantes (que, por cierto, también hacen de las suyas simplemente al abrirlas en un ordenador que no tenga la misma tipografía que yo he empleado o una versión diferente del procesador de textos).

Me atrevo a afirmar, incluso, que pretender un diseño fijo y estático es un error, una herencia de la materialidad de la página que no tiene lugar en la mutabilidad de la pantalla, que no es una, sino muchas. Diseñar algo estático para un formato de página muy concreto ha dado lugar a algunas obras interesantes en la historia de la literatura, incluyendo alguno de mis libros favoritos, como La vuela al día en ochenta mundos. La mayoría de ellos no han sido respetados en ese formato primigenio en varias reediciones.Y si queremos tener ese control, de todas formas, la manera de conseguirlo es crearlo para una plataforma específica y muy concreta, algo que precisamente parece que no convence en exceso a muchas editoriales que no están acostumbradas a moverse en este paradigma.

Tras la tajante afirmación anterior hagamos ahora un ejercicio empático y no seamos tampoco tan extremos para considerar la perspectiva contraria. En realidad, debemos admitir que es legítimo perseguir el control absoluto sobre qué y cómo está viendo un lector el texto que hemos producido y muchas experiencias estéticas, lo que incluye creaciones como la poesía visual, por poner un ejemplo recurrente para el que todos tendremos un buen ejemplo en nuestra memoria, tanto si es medieval como fruto de la pluma de Apollinaire. Son, con todo, productos de su época y la perpetuación de modelos tradicionales generados en un régimen materialista sustentado en el papel no siempre va a ser posible en el universo de las pantallas ni deberíamos perseguir someterlas a una esclavitud determinista.

Y todo esto en un mundo en el que ese polimorfismo es increíblemente limitado por cuatro laterales que forman un rectángulo en diferentes proporciones. Pensemos en la experimentación con pantallas triangulares, en una pantalla romboidal… en pantallas que no se hayan cortado por el patrón de la imagen comercial sin tener que ir a experimentaciones en museos de arte moderno. O en pantallas esféricas, en octaedros o en lo que sea. Por provocar. Por buscar otros lienzos, otras hojas. Porque afrontar la maquetación y edición de un libro digital como un libro de papel es equivocarse de lienzo. Ese ya no es el camino, pues el que debemos recorrer es el del desarrollo de software. Un libro digital es un programa, al fin y al cabo, y afrontar la diversidad de plataformas es parte del cambio, como lo es apostar solo por una.

3 pensamientos sobre “Polimorfismo de la pantalla”

  1. I have to say that for the last few of hours i have been hooked by the amazing posts on this website. Keep up the wonderful work.

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