Plumas en la era del stylus

No es que vaya a ponerme a garabatear con un cálamo egipcio, a estas alturas, y menos como defensor de la revolución tecnológica que supuso el bolígrafo, pero el toque retro en ocasiones puede ser interesante. Por otro lado, lo cierto es que dudo bastante que en algún momento me entren ganas de regresar a los teclados de goma de los viejos ordenadores de 8 bits. Volviendo al papel, lo cierto es que tanto los lápices en producción masiva para llevar el grafito a todo el mundo, como las plumas estilográficas luego (y sus fuertes herederos en forma del bolígrafo), fueron grandes revoluciones en la escritura, todas ellas sobre el soporte físico del lienzo, fuera este papel, papiro, tela o cualquier otra superficie más o menos apta para permitir la conservación de la letra escrita.

pluma
Pluma estilográfica.

La pluma -la caligrafía, de hecho- cedió ante el tipo y no hubo ya marcha atrás. El control sobre el trazo se perdió en favor de la estandarización de la tipografía y esta, años más tarde, regresaría a la alocada libertad creativa que se había perdido sin la mano del escriba gracias al WYSIWYG. Y esa mano está terriblemente de moda. O quizás no de moda, pero de innegable actualidad. Deslizo un lápiz táctil, un stylus según nomenclatura comercial, con punta roma y diseñado para funciona sobre pantallas capacitivas como la del iPad, y observo mi caligrafía. Veo cómo se desplaza el stylus, cómo la inclinación altera el trazo y cómo dejarlo sobre un mismo punto expande la tinta en la pantalla. He hecho un borrón que soluciono pulsando sobre el icono de la goma de borrar y con un par de trazos rápidos. Fusión de instrumento material y software.

Icono de iBooks Author
La pluma sigue presidiendo el arte de la escritura como vemos en el icono de iBooks Author.

El teclado había creado la falsa ilusión de dejar atrás el manuscrito, pero ahora vuelve directo a la mandíbula para golpearnos con la realidad de que la caligrafía al final sí será importante. Ya lo decían los maestros en el colegio, pero nosotros no les creíamos. Con esa fusión de hardware y software que hace que un sistema funcione como un reloj suizo, escribir sobre la pantalla táctil tiene mucho de arte caligráfico, de deslizar el plumín (o el roller, que -me cuentan- es el único tipo de bolígrafo parcialmente aceptado por los auténticos apasionados de la estilográfica; estoy abierto a enmiendas) más que de golpearlo. Es más fácil retomar y llevar la escritura fluida de la pluma que la abrupta caligrafía de tomar apuntes con letras sueltas. La caligrafía, decía Blanco y Sánchez, es «el arte de representar con belleza los sonidos orales por medio de signos gráficos, o bien, la única bella arte gráfica de la palabra». La belleza suele dar paso a la eficacia, la eficacia a la velocidad, la velocidad a lo abrupto.

Stylus de Wacom para iPad
Dibujando sobre iPad con un stylus específico (Wacom Bamboo). Fuente: CBS Interactive.

¿Es el momento de sacar el tintero y poner en práctica lo que aprendimos hace muchos años? No, claro. El teclado sigue siendo la mejor herramienta de escritura que tenemos hoy en día, con independencia de si preferimos un tipo de distribución de letras u otro. Su potencial reside en la velocidad que nos permite y que, al final, resulta más liviano escribir sobre teclado que hacerlo de manera tradicional.

iPad y pluma
iPad y pluma de 'batalla'.

La caligrafía, sin embargo, sí parece que está dispuesta a ganar peso gracias a los dispositivos táctiles, a los mensajes enviados escritos de nuestro puño letra en un mundo enteramente digital. Recuperar la belleza en la caligrafía, en el arte manual de la escritura, como vía no solo plástica sino de eficacia comunicativa. Plumas virtuales, de punta de goma, de plumín para deslizarse sobre cristal y no sobre celulosa, pero plumas al fin y al cabo.

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