La carrera (al pasado) por predecir internet

Con independencia de las -en ocasiones extrañas- pasiones que pueda suscitar Borges, no faltan voces que le atribuyen toda suerte de actos de prognosis en torno a internet. Es posible que buena parte de la culpa la tenga Sassón-Henry con su libro Borges 2.0, pero lo cierto es que apenas recogió unas tendencias destinadas a engrandecer la figura de ese escritor para convertirlo en una suerte de Verne de lo digital.

Telectroscopio
Telectroscopio. Diagrama técnico publicado en Scientific American Supplement nº275, 9 de abril de 1881.

No es el único, pero sí el que ha tenido una campaña más viral para atribuirle ese extraño mérito. Pero ahí está Mark Twain y otra importante legión de comparsas en torno al telectroscopio, término y concepto que pare en un cuento de 1898. Un cacharrito conectado al teléfono que daba acceso a vídeo, audio, e información global sin límites en su alcance.

Debe admitirse que, desde luego, el nombre es más tecnófilo que andar con libros de arena. Pero la cuestión es de fondo es cuál es el mérito en predecir estas cosas, si es que realmente se puede hablar de auténticas predicciones. Sumen a la lista a Mallarmé, a Queneau, a Saporta, a Balestrini, y a quien quieran. En todo caso, a santo de qué se buscan en ese tipo de autores, dejando de lado toda la tradición de ciencia-ficción porque, claro, la literatura de género sigue siendo cosa denostada.

Hay cierta pulsión que lleva a buscar méditos adicionales a los grandes referentes culturales. Si fueron buenos en una cosa, tenían que ser buenos en otras. Si tenían atisbos de genialidad, es que eran genios completos en todo. Twain y Borges, cada uno proclamado como el gran precursor de internet, el gran padre del invento que cambió la comunicación en nuestra era. Porque, al fin y al cabo, los ingenieros que estaban detrás poco o nada importan. Son discusiones de letras.

En todo caso, sigamos en la carrera al pasado por la predicción del concepto de internet. Vayámonos a la visión remota de Zeus sentado en su trono y digamos que la sabiduría popular de los griegos ya predijo internet. O que descuartizar el cuerpo de Osiris y repartirlo por el desierto ya adelantaba las frustraciones de los servicios técnicos de las compañías de telecomunicaciones. O que Dios estuvo un buen rato intentando decirle a Abraham que todo era coña, pero se había quedado sin cobertura (hasta el último momento, por suerte para el crío). El que primero llegue a Lucy gana.

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