La literatura digital. [Conversación entre mundos opuestos]

No hace mucho tiempo (true story!!) un colega de una universidad checa me lanzó una pregunta que, tengo que reconocerlo, me dejó un poco noqueado. Estábamos hablando entre pilseners acerca de literatura, sobre autores representativos para cada uno de nosotros y acabamos charlando sobre literatura digital.

Mi colega no conoce demasiado el panorama crítico de las Humanidades Digitales y se mostró ciertamente interesado en los que le estaba contando. Una cerveza después me lanzó al aire la pregunta: ¿Pero qué aportan de nuevo (realmente) las nuevas tecnologías a la literatura? ¿De verdad es necesario estudiarlas como ente literario más allá del medio en que se publican? (Sí, sé lo que estáis pensando, en Chequia se puede usar “ente” después de unas cervezas, es lo que tiene la vieja tradición bohemia praguense).

La verdad, nunca me había replanteado de forma tan simple la cuestión, y ello es debido a varias razones. La primera de ellas es que hasta ese momento la literatura de la ciberesfera me había parecido digna de estudio, sin dudas de ningún tipo. Otra razón es que nunca había planteado la necesidad de establecer la naturaleza de estos estudios en términos de “merece la pena” estudiarlos o de si en realidad todo eran discusiones bizantinas.

Sin embargo, esa pregunta me dejó bloqueado porque me di cuenta de que para muchos estudiosos de la literatura es muy importante. A veces me recuerda a aquella escena del Club de los poetas muertos, en la que se explica cómo encajonar un análisis literario entre un eje de coordenadas con el fin de lograr un análisis concienzudo y objetivo sobre las cualidades intrínsecas de cualquier texto literario.

El caso es que después de esa pregunta, continuamos conversando sobre el tema, charla que continuó por mi parte intentando demostrar la validez y novedad de la literatura en los medios digitales, aunque fue más un partido de frontón que uno de tenis. Como podría haber dicho Schopenhauer: “No intentes convencer a nadie que ya tiene la razón”. De nada sirvió lo que fui explicando, ya que mi interlocutor tenía una idea preconcebida y además no conocía ninguna de las obras que le iba mencionando. Cada vez que proponía algo la respuesta era: “eso ya se ha hecho, no es novedoso”, o bien “solo cambia el medio, del papel a la pantalla”.

Como podréis intuir, la conversación no llegó a buen puerto y no pude convencer a mi compañero de las bondades de zambullirse en la esfera digital, aunque prometió que lo intentaría y yo le invité a una última cerveza por la chapa.

A estas alturas de la entrada, probablemente alguien es posible que esté cerrando el puño casi clavándose las uñas en señal de indignación virtual porque no pude defender muy bien la posición de las nuevas formas de estudio de la digitalidad, yo sinceramente creo que no es trabajo de una noche hacer entender de qué hablamos.

Como ya he señalado en alguna otra entrada, parte de la labor del humanista moderno consiste no solo en el estudio sino también en una adecuada transmisión del conocimiento y de nuestros campos de trabajo, y eso no se hace solo a partir de las revistas de impacto ni en congresos a los que ya acuden personas interesadas en un tema (o congresos a los que cada uno acude a escucharse a sí mismo, que me han contado que también ocurre).

Desde aquella pregunta han pasado algunos años, mi amigo poco a poco va convenciéndose de lo que le explico (o al menos pone cara de intentarlo) pero en muchos congresos de Hispanismo me sigo encontrando con caras reacias a valorar en serio algo que para muchos es el pan de cada día.

Si me preguntáis cómo contestaría hoy día si tuviera que responder a la pregunta, os podría decir que lo haría con más seguridad y que sobre todo lo haría centrándome en estos puntos que presento separados pero que no se entenderían unos sin los otros:

La lectoescritura

La autoría digital

La diglosia digital

Los nuevos scriptoria

Lo hipermediático.

 

No sé cómo lo veis vosotros, pero así lo veo yo.

 

 

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