¿Qué quieres, la pintura de Picasso o la firma de Picasso?
Pablo Picasso a Manuel Mejido
En 1955 un periodista mexicano, nada más y nada menos que el legendario Manuel Mejido, llega a la casa de Picasso en París para hacerle una entrevista. Tienen una animada conversación hasta que con alguna excusa el pintor se ausenta para volver después recriminándole, en tono de chanza, que tiene que trabajar más, pues un artista nunca descansa. El periodista no entiende la broma hasta que vuelve a su coche, un Citröen para más
señas, y ve que en su carrocería el pintor ha estampado unas “guirnaldas de la paz”. Hábilmente Mejido se da cuenta de que el malagueño no ha firmado su obra y anima a que el pintor rubrique la improvisación.
La anécdota termina con la desaparición del coche, previa minuta, claro está, y del periodista, sobre todo del primero, que ha pasado a formar parte de la leyenda de obras adquiridas por personajes anónimos.
Esta historia curiosa, pero no original porque al parecer Picasso usó varios coches como lienzo improvisado, nos lleva de nuevo a insistir en la importancia posmoderna de la propiedad intelectual, de los valores añadidos que nuestra sociedad da al arte, valorizado como en ninguna otra época, y la necesidad de una firma que acompañe y que certifique de forma burocrática el valor de lo que ya de por sí es arte de primera mano, como podemos deducir de la cita con la que introducimos este post.

En 1999 la marca, no sabemos si llevada o no por esta anécdota, ya que no hay rastro de ella en la web oficial, saca a la venta el Citröen Xsara Picasso, un coche cuyo logotipo es la rúbrica del genial artista, lo que convierte a cada coche en una obra de arte “firmada” de forma artificial, casi clónica, y que seguro reportó buenos réditos a la familia del artista, preocupadísima por difundir el nombre y la obra del gran artista republicano.
Es un lugar común que el arte de una época acaba por definirla. El hecho de que haya tantas imbricaciones entre el ámbito mercantil y la expresión artística (tanto en posiciones a favor como a contrario) es un rasgo definitorio, a mí parecer, de esta cultura en la que vivimos, en la que cual ya no es que solo el autor se haya profesionalizado, sino que aquél que no entra en el oscuro ámbito del merchandasing académico acaba relegado al olvido o reivindicado, indexado en el río numerable de los años, como diría JLB.
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