Redes sociales, ¿qué esperamos de ellas? (III)

En los últimos tiempos se haba mucho acerca de las bondades y maldades de las redes sociales. Es un lugar común escuchar y leer que han cambiado el mundo, que han supuesto un progreso para la difusión tradicional de la información y que son capaces de derrocar gobiernos. Como suele pasar, esto suele ser una cadena de medias verdades. Cierto es que las redes sociales han supuesto un cambio comunicativo de primer orden, pero probablemente no tanto en lo que respecta al contenido, sino sobre todo en la velocidad en que se transmite el mensaje, el cual se puede difundir en el mismo momento y en tiempo real. Siempre ha habido intercambio de mensajes, lo que ha cambiado es la forma y velocidad en la que estos se hacen públicos.

La fascinación que subyace en las redes en mi opinión viene dada por el protagonismo que se auto-otorga el sujeto participante, que se convierte en un receptor activo del mensaje, en lugar de la pasividad a la que estaba acostumbrado. Hasta aquí todo bien, el problema  surge cuando empezamos a medir la productividad de dicho mensaje, es entonces cuando hay que plantearse, no solo a cuántos llega, sino en cuántos cala y es recordado y, por lo tanto, tiene un valor relevante para la comunidad en la que se circunscribe, en este caso el ciberespacio segmentado por la lengua en la que se participa.

Por supuesto, no me refiero con productividad a los medios que usan redes, o aquellos que compran followers. Quiero centrarme en el sujeto anónimo, la carne de cañón de la web, que es el que tiene buena parte de la culpa del éxito de las redes.

Llegados a este punto hay que reflexionar en lo que venimos diciendo una y otra vez: hay que filtrar la información y estar ojo avizor a lo que paparece en la red y en las redes sociales. Si no somos capaces de descifrar lo que vemos, el resultado siempre será poco claro y masivo. En un mismo grupo de FB, los pareceres de los integrantes son muy diferentes aunque todos le den un «i-like» a una foto de un gatito, eso no significa que la información ni los gustos sean compartidos, ya que el botón no es lo suficientemente expresivo, uno de los defectos que siempre se le achacan. También sería un tema para otra entrada hasta qué punto el componente de edad y formación son determinantes en las redes sociales o cuál es la percepción que el público tiene de ellas, ya que parece que en algunos casos se está casando de algunas, lo cual puede ser simplemente un mero relevo generacional.

Como apuntaba al principio de este post, el fenómeno hay que tenerlo en cuenta desde el punto de vista de los resultados y no de la masa de seguidores de las redes.

El mensaje llega más rápido y a más gente, sí, pero no debemos olvidarnos de que lo importante es que dicho mensaje sea lo suficientemente profundo para que sea digno de ser tenido en cuenta

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