Nueva cultura. Nuevas redes sociales. ¿Nuevo canon?

Lo que vamos a tratar en esta entrada está entre el escándalo académico y las verdades de perogrullo. En la actualidad, gracias a la difusión vía Internet, se han abierto nuevos caminos críticos que han producido una avalancha de material por investigar. Ha aparecido un campo sin roturar y que hace falta delimitar (pese a lo terrible de la palabra, siempre es necesario acotar) y conocer los limes de este recién aparecido territorio cognoscible.

Hasta ahora, siempre partíamos de una base conceptual, terminológica e intelectual repleta de medias verdades y de información consabida («como todo el mundo sabe…», etc…). A este estado se ha ido llegando desde el Romanticismo y la posterior aparición de las ciencias humanísticas modernas.

Esta forma de pensar, basada en el tópico y en el criterio de auctoritas, no es nueva, ni vamos a decir nada que no haya sido explicado ya, pues nihil novum sub sole. Es lo que nos hace comprender el mundo y lo que nos inicia en nuestro conocimiento intelectual de él. Es lo que nos permite saber que hay muchísimos ciudadanos chinos en un país superpoblado (141 hab. Km2, frente a las densidades de Alemania y de Reino Unido, 229 y 256 respectivamente). Este conocimiento del mundo nos permite saber que hay países de un llamado tercer mundo que son muy pobres (¡Oh ironías!) y lo que nos dicta qué autores son clásicos y cuáles no (lo cual nos lleva a inferir cuáles son los buenos y cuáles los mediocres).

Se nos olvida que Cervantes no fue el best seller de su tiempo, ni mucho menos (que se lo digan a Fray Antonio de Guevara, ese gran clásico), y que tuvo que ser redescubierto por alemanes y británicos a mayor gloria de nuestra cultura.

Como todo en la vida, esto es discutible y con seguridad cada uno tiene su opinión. Bien es cierto que en materia de estudios críticos el problema se acentúa, ya que es necesario fundamentar bien los estudios en modelos a veces demasiado cerrados, excesivamente opacos.

Con la llegada de la apertura que ha supuesto la ciencia online ha aparecido también la necesidad de filtrar información que antes no llegaba a nuestras manos (precio, distancia física, puro desconocimiento) y nos hemos dado cuenta de que el exceso de información queda lejos de aquel in media virtus.

La nueva estructura de la información nos ofrece un camino apasionante que acotar, pese a que todavía no están las reglas sobre la mesa y que todavía no tenemos unos criterios estrictos para llevar esta tarea a cabo. Lo que es seguro es que mucha de la información que circula por la blogosfera y por la nube dista mucho de ser de calidad y eso nos lleva a un problema a la hora de elaborar un canon (o no). La pregunta es cómo será ese canon futuro y cómo se entenderá la cultura a partir de ahora. Quizás estemos de nuevo ante un caso de primitivismo abstracto, de concepciones y problemas que se presentan de nuevo a la Ciencia. Al fin y al cabo, el exceso de información y la posibilidad de almacenar ad infinitum, sin necesidad de recordar al instante nombres y obras, puede crear un estado similiar (con otros matices) al anonimato medieval, respecto a la autoría.

Un momento realmente fascinante para nuevos investigadores y humanistas, para los que se quieran redefinir, claro.

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