Internet como territorio (explorado pero recóndito)

Internet puede ser un lugar, al menos si nos planteamos dar unas coordenadas que mesuren el maremágnum de datos que supone. Conceptualizar un ente en crecimimiento y en el que hay un flujo de información activa y pasiva que no es fácil de filtrar y mucho menos de abarcar.

No es aconsejable tampoco observarlo desde un punto de vista lineal, ya que ello sería una impostura intelectual en los tiempos de procrastinatio que corren. Tampoco desde una aproximación al caos que parece que emerge de la red y que se evapora hacia la nube, más abstracta e indefinida si cabe.

Internet choca frontalmente con la limitación humana de concebir la cultura y el saber como un todo finito y con una res extensa que abarca la vida individual, esto es el prototipo de sapĕre clásico.

Para algunos la cuestión es si se trata de una herramienta al servicio de la memoria o si, más bien, es un almacén en el cabe casi todo.

Esta reflexión no es banal ni mucho menos y de ella depende en grado sumo el futuro que sobreviene a la educación y a las nuevas técnicas de enseñanza. Empezamos con una red interna al servicio del intercambio de datos y hemos acabado con un «monstruo» capaz de cambiar todo nuestro mapa conceptual, como lo hizo en su tiempo el paso del deocentrismo al antropocentrismo.

Las nuevas tendencias en educación se basan en esta inmensa base de datos y supondrán cambios en la forma de entender el aula y sobre todo en la forma de procesar los datos. La memoria ya no es tan relevante como en tiempos pretéritos y se espera que el estudiante sea capaz de buscar información y de dominarla en la medida de lo necesario.

Sin embargo, el tema que aún queda por resolver es cómo filtrar esa información y cómo conseguir sacar el mayor rendimiento. Sin olvidar que tampoco es lo mejor educar únicamente para un mundo conectado, porque no siempre estaremos conectados y en ocasiones no será posible hacerlo.

Esta situación se antoja sumamente interesante, ya que el panorama intelectual tiene forzosamente que cambiar. No en términos de viejos contra modernos, sino de un modo sutil y ambiguo. El problema va a residir principalmente en que el canon cultural forzosamente va a verse puesto en entredicho y la forma de elegir los contenidos será más universal y probablemente más confusa.

Un momento fascinante para la ciencia, ya que todo es susceptible de crítica y estamos escribiendo las páginas (o el código) en el que nos vamos a mover en los próximos siglos.

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